/ domingo 28 de junio de 2020

Opinión

NO HAY QUE CONFUNDIR EL SER CON EL SENTIR

El sentimiento es momentáneo; y lo que ahora sentimos, mañana lo dejaremos de sentir. Porque los sentimientos son así, vienen y van constantemente.

El sentir es pasajero, y siempre está en movimiento.

Por eso, no hay que hablar, ni tomar decisiones, cuando estamos embriagados por la emoción; porque mañana vamos a sentir algo distinto, y tendremos que arrepentirnos.

Ya decía Ortega: los más valioso que tenemos es la inteligencia, y ésta, siempre está en peligro de perderse; ante cualquier emoción o preocupación, corremos el riesgo de dejar de ser inteligentes.

Por lo mismo, no dejes que el sentimiento te confunda. Porque tú vida no se reduce a un sentir pasajero. Tu eres más que un sentir momentáneo.

Por eso mismo, no hay que confundir lo que somos, con lo que sentimos.

El sentimiento asalta, y llega de manera involuntaria. Y muchas veces ignoramos el “por qué”, de lo que sentimos.

Decía Malebranche: “No toméis jamás, Aristes, vuestros propios sentimientos por nuestras ideas, las modificaciones que mueven vuestra alma por las ideas que iluminan todos los espíritus. Éste es el mayor de todos los preceptos para evitar extraviarse”.

Es fácil perdernos en el mar de las emociones, y así acabar confundidos.

Por lo mismo, hay que tener claridad en lo que pensamos; para que los sentimientos, no nos hagan cambiar de parecer.

El mismo San Agustín, hace un comentario al texto evangélico, que habla de cómo hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. Y respecto a eso, él asegura que son más los sentimientos, que los cabellos que tenemos en la cabeza.

Si es tan grande la variedad de sentimientos, entonces no hay que perdernos entre la multiplicidad de sensaciones. Porque los sentimientos van cambiando; y así como llegan, también se van, y solo dejan confusión.

Por tanto, no perdamos la identidad, por culpa de los sentimientos.

NO HAY QUE CONFUNDIR EL SER CON EL SENTIR

El sentimiento es momentáneo; y lo que ahora sentimos, mañana lo dejaremos de sentir. Porque los sentimientos son así, vienen y van constantemente.

El sentir es pasajero, y siempre está en movimiento.

Por eso, no hay que hablar, ni tomar decisiones, cuando estamos embriagados por la emoción; porque mañana vamos a sentir algo distinto, y tendremos que arrepentirnos.

Ya decía Ortega: los más valioso que tenemos es la inteligencia, y ésta, siempre está en peligro de perderse; ante cualquier emoción o preocupación, corremos el riesgo de dejar de ser inteligentes.

Por lo mismo, no dejes que el sentimiento te confunda. Porque tú vida no se reduce a un sentir pasajero. Tu eres más que un sentir momentáneo.

Por eso mismo, no hay que confundir lo que somos, con lo que sentimos.

El sentimiento asalta, y llega de manera involuntaria. Y muchas veces ignoramos el “por qué”, de lo que sentimos.

Decía Malebranche: “No toméis jamás, Aristes, vuestros propios sentimientos por nuestras ideas, las modificaciones que mueven vuestra alma por las ideas que iluminan todos los espíritus. Éste es el mayor de todos los preceptos para evitar extraviarse”.

Es fácil perdernos en el mar de las emociones, y así acabar confundidos.

Por lo mismo, hay que tener claridad en lo que pensamos; para que los sentimientos, no nos hagan cambiar de parecer.

El mismo San Agustín, hace un comentario al texto evangélico, que habla de cómo hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. Y respecto a eso, él asegura que son más los sentimientos, que los cabellos que tenemos en la cabeza.

Si es tan grande la variedad de sentimientos, entonces no hay que perdernos entre la multiplicidad de sensaciones. Porque los sentimientos van cambiando; y así como llegan, también se van, y solo dejan confusión.

Por tanto, no perdamos la identidad, por culpa de los sentimientos.