/ domingo 30 de junio de 2019

No vivas mirando hacia el pasado

Hay que librarnos del pasado, para abrirnos a la novedad de lo que está por venir

Quien vive pensando en el ayer, se convierte en esclavo del pasado, y eso, es un obstáculo para seguir viviendo; y por estar mirando hacia atrás, dejamos de ver para adelante.

Muchos viven del ayer, y se alimentan de lo que ya se ha ido, y con esto, ni viven el presente ni piensan en el futuro. Por eso, hay que librarnos del pasado, para abrirnos a la novedad de lo que está por venir. La vida, es una propuesta, pero uno decide si acepta caminar por un rumbo desconocido, ya que el futuro no está escrito. Por eso es que vivimos al día; porque no sabemos lo que viviremos el día de mañana.

Decía Ortega, que la vida no tiene ensayo, y por eso mismo, es necesario improvisar. Hay cosas que nunca pensamos que pudieran suceder, y sin embargo pasaron; y es necesario caminar con lo imprevisto, aunque no estuviera contemplado. Pero hay que aclarar, que no estamos preparados para improvisar, porque no queremos admitir, que la vida está llena de sorpresas, que nunca imaginamos; pero hay que aprender a vivir con lo inesperado.

Por eso, el hombre prefiere vivir atado a los recuerdos, más que atreverse a caminar hacia lo desconocido.

Porque su pasado ya está fijo; y está seguro. Y no queremos vivir con la inseguridad del porvenir. El hombre le teme a lo desconocido.

En el Evangelio de Lucas, Jesús le dice a un indeciso: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Hay muchos hombres que tratan de ver hacia adelante, pero con la mirada puesta en el pasado.

Y todo, porque no queremos correr el riesgo de vivirlo inseguro. Por eso, necesitamos confiar en Dios. Para que Él sea quien ilumine el camino.

Por eso, Jesús nos invita a seguirlo. Porque sólo en Él, podemos atravesar un camino firme y seguro.

Hay que librarnos del pasado, para abrirnos a la novedad de lo que está por venir

Quien vive pensando en el ayer, se convierte en esclavo del pasado, y eso, es un obstáculo para seguir viviendo; y por estar mirando hacia atrás, dejamos de ver para adelante.

Muchos viven del ayer, y se alimentan de lo que ya se ha ido, y con esto, ni viven el presente ni piensan en el futuro. Por eso, hay que librarnos del pasado, para abrirnos a la novedad de lo que está por venir. La vida, es una propuesta, pero uno decide si acepta caminar por un rumbo desconocido, ya que el futuro no está escrito. Por eso es que vivimos al día; porque no sabemos lo que viviremos el día de mañana.

Decía Ortega, que la vida no tiene ensayo, y por eso mismo, es necesario improvisar. Hay cosas que nunca pensamos que pudieran suceder, y sin embargo pasaron; y es necesario caminar con lo imprevisto, aunque no estuviera contemplado. Pero hay que aclarar, que no estamos preparados para improvisar, porque no queremos admitir, que la vida está llena de sorpresas, que nunca imaginamos; pero hay que aprender a vivir con lo inesperado.

Por eso, el hombre prefiere vivir atado a los recuerdos, más que atreverse a caminar hacia lo desconocido.

Porque su pasado ya está fijo; y está seguro. Y no queremos vivir con la inseguridad del porvenir. El hombre le teme a lo desconocido.

En el Evangelio de Lucas, Jesús le dice a un indeciso: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Hay muchos hombres que tratan de ver hacia adelante, pero con la mirada puesta en el pasado.

Y todo, porque no queremos correr el riesgo de vivirlo inseguro. Por eso, necesitamos confiar en Dios. Para que Él sea quien ilumine el camino.

Por eso, Jesús nos invita a seguirlo. Porque sólo en Él, podemos atravesar un camino firme y seguro.