/ lunes 23 de mayo de 2022

No hay que herir al pastor, para que no se pierdan las ovejas

Por Pbro. Lic. Salvador González Vásquez

Nuestras acciones, tienen un doble efecto; porque al dañar a algunos, estamos perjudicando a otros.

Quien le habla mal a los hijos, de su papá, hace más daño a los hijos, que al mismo padre de familia.

Por eso, antes de hablar, hay que pensar, en lo que vamos a decir, ya que al perjudicar a uno, acabamos lastimando a muchos otros.

Más aún, cuando se habla mal de un pastor o de un guía espiritual, estamos dejando que se pierdan las ovejas; y aquellos que buscan a Dios, acaban por perder el rumbo.

Ya lo dice el profeta Zacarías: “Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas…”.(Zacarías 13,7).

Quien habla mal, de un buen pastor, no sólo daña al guía, también lástima y confunde a los que le siguen. Y los que son acompañados por él, acaban por perderse.

Por dañar al pastor, perjudicaste a las ovejas; herimos al pastor, y se perdió el rebaño.

Hay que preguntarnos: ¿A cuánta gente hemos perdido, por causa de nuestros comentarios?.

Y cuántos han perdido el gozo de creer; y todo, por los errores cometidos, o por los falsos levantados, en contra de un pastor.

Por tanto, hay que pedir a Dios, el don de la prudencia, para que no dañemos de manera inconsciente, a los que nunca hubiéramos querido lastimar.

Ya que por herir a uno, acabamos con la ilusión de otros.

Por Pbro. Lic. Salvador González Vásquez

Nuestras acciones, tienen un doble efecto; porque al dañar a algunos, estamos perjudicando a otros.

Quien le habla mal a los hijos, de su papá, hace más daño a los hijos, que al mismo padre de familia.

Por eso, antes de hablar, hay que pensar, en lo que vamos a decir, ya que al perjudicar a uno, acabamos lastimando a muchos otros.

Más aún, cuando se habla mal de un pastor o de un guía espiritual, estamos dejando que se pierdan las ovejas; y aquellos que buscan a Dios, acaban por perder el rumbo.

Ya lo dice el profeta Zacarías: “Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas…”.(Zacarías 13,7).

Quien habla mal, de un buen pastor, no sólo daña al guía, también lástima y confunde a los que le siguen. Y los que son acompañados por él, acaban por perderse.

Por dañar al pastor, perjudicaste a las ovejas; herimos al pastor, y se perdió el rebaño.

Hay que preguntarnos: ¿A cuánta gente hemos perdido, por causa de nuestros comentarios?.

Y cuántos han perdido el gozo de creer; y todo, por los errores cometidos, o por los falsos levantados, en contra de un pastor.

Por tanto, hay que pedir a Dios, el don de la prudencia, para que no dañemos de manera inconsciente, a los que nunca hubiéramos querido lastimar.

Ya que por herir a uno, acabamos con la ilusión de otros.