Ni lo material, ni el éxito temporal son suficientes para sentirnos plenos
Sin Dios, es imposible vivir la plenitud
P. Chava
No es fácil vivir con esperanza, esta es un don muy elevado; pero el hombre es frágil, y fácilmente la pierde. Todos sabemos, que el fracaso nos puede llevar a perder la esperanza. Pero olvidamos, que en la abundancia y en tiempos de bonanza, también se llega a perder la esperanza.
Esta vida, que es temporal, hay que vivirla en equilibrio; porque si vamos al extremo, caemos en el vicio, y tanto la abundancia, como la escasez nos llevan al extremo. Por esa razón, dicen los sabios, que en el medio está la virtud. Y la esperanza, es una virtud. Pero ésta, viene de Dios, y por eso se llama Virtud Teologal.
Agustín Basave, dice: “Como virtud, la esperanza es un justo medio. Su exceso es la presunción y su defecto la desesperación”. Hay personas que creen tenerlo todo; y sienten que no tienen nada que esperar. Ellos pueden creer, que gracias a su esfuerzo e inteligencia, han logrado obtener lo que poseen; y nada tienen que esperar de un ser superior.
Y con respecto a los que así piensan, el mismo Agustín B. dice: “La presunción es una anticipación antinatural de la plenitud…”. Quien se conforma con el éxito temporal, olvida que hay que esperar el triunfo eterno. Y sabemos perfectamente, que ni lo material, ni el éxito temporal son suficientes para sentirnos plenos. Sin Dios, es imposible vivir la plenitud.
Y por otro lado, está el extremo opuesto, que es la desesperación, dice Agustín B: “…la desesperación es una anticipación antinatural del fracaso,de la condena”. El desesperado, se da por vencido antes de tiempo. Y todo, porque en tiempos de bonanza dejo de esperar en Dios, y al perder lo que tenía, se desesperó; ya que todo lo esperaba de sí mismo, y al verse desvalido, cayó en la desesperación.
Dice Agustín B. “El presumido es un iluso; el desesperado es un autodestructor; ambos son soberbios”. El desesperado, atrapado en su desesperación, acaba por destruirse.
Y sucede, que cuando nos va bien, ya no queremos seguir luchando por algo que trascienda; y olvidamos que lo mejor está siempre por venir. Y entonces, nos instalamos en lo que San Agustín llama, una “perversa securitas”. Es decir, vivimos en una seguridad perversa. Y esto, porque lo temporal no es eterno. Es decir, todo lo que nos sucede y lo que tenemos, no es permanente, pasa, y con facilidad se pierde. Por eso, no es bueno poner la seguridad en lo pasajero.
Pero caemos en la tentación, de quedar instalados en los éxitos y en los bienes temporales; olvidando que está vida es, “inseguridad vital”, esto, lo afirman algunos pensadores.
La vida es insegura. Y por eso, para ayudarnos a vivir, se necesita la esperanza; no es suficiente pensarla, también hay que vivirla.
Ya lo dice Agustín B: “Esperanza nunca puede ser seguridad. Dónde acaba mi propio poder y confío en alguien empieza la esperanza”. Y como no somos autosuficientes, es necesario confiar en alguien que esté más allá de uno mismo. Y de esa confianza, nacerá el gozo de la esperanza.