El amor, es un mandato divino; porque el hombre no sabe amar como es debido.
Y la orden de amar, también incluye el amor hacia uno mismo. Porque hay veces, que por amar al otro, olvidamos amarnos a nosotros mismos.
Pero, si no te amas ni a ti mismo, tampoco sabrás cómo amar al que está contigo.
Pero, Dios quiere, que no solo amemos al prójimo, sino que también, tengamos amor por nosotros.
Aunque el amor a uno mismo, está sujeto a malos entendidos; ya que al pensar que nos estamos amando, vamos cayendo en un egoísmo. Y eso, no es verdadero amor; porque al final, saldremos lastimados por nosotros mismos.
El amor egoísta, es un afecto mal orientado.
Aunque, también sucede, que, por amar al otro, llegamos a despreciarnos a nosotros. Y ésto, también es un vicio. El que no se ama, no sabe cómo amar a su prójimo.
Porque el amor al otro, se mide por el amor a uno mismo. Es decir, hay que amar, sin dejar de amarnos; y hay que amarnos, sin dejar de amar al otro.
Por eso, no es bueno despreciarnos por amor. Ya que Dios, manda que nos amemos; y si nos herimos y hacemos daño, entonces, faltamos al mandato del amor.
Hay que nivelar la autoestima. Y no olvidar, el mandamiento que dice: “Ama a tu prójimo, como a ti mismo”. Esa, es la medida del amor.