/ viernes 31 de agosto de 2018

Liberalismo o proteccionismo

El proteccionismo es la política económica de restringir las importaciones de otros países a través de métodos tales como aranceles sobre los bienes importados, cuotas de importación y una variedad de otras regulaciones gubernamentales, encareciendo así dichos bienes de modo que no sea rentable.

Los defensores afirman que las políticas proteccionistas protegen a los productores, empresas y trabajadores del sector que compite con las importaciones en el país de los competidores extranjeros.

Sin embargo, también reducen el comercio y afectan negativamente a los consumidores en general y perjudican a los productores y trabajadores de los sectores de exportación, tanto en el país que aplica políticas proteccionistas como en los países protegidos.

La postura de proteccionismo comercial que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no es algo nuevo en el país vecino pues es un elemento que forma parte de su historia, en la cual se puede apreciar que solo ha tenido algunos momentos de apertura al libre comercio.

Todo indica que el presidente Trump se imagina un sistema como el que ya fue implementado en la década de los 60 en la región y que mostró sus impactos negativos en la formación de la capacidad productiva de los países.

En este escenario, y si la situación se vuelve generalizada, las autoridades monetarias de los países empezarán a preocuparse por un estado de mayores tensiones inflacionarias y podrían establecer una política monetaria más agresiva que impida que se desborden las expectativas en materia de precios.

Lo que está quedando sobre la mesa es la ya histórica tensión entre dos formas de asumir la política económica: liberalismo o proteccionismo.

De nuevo parece que deben ser discutidas las bondades de la integración mundial, que implica la creación de cadenas internacionales de valor en las que cada economía pueda desarrollar de la mejor forma todas sus capacidades.

El mundo está ante la verdadera amenaza de retroceder décadas.

Seguir por la vía de crear barreras al comercio internacional significa, sin lugar a dudas, infligirles a las economías daños irreparables, representados en menores condiciones de competitividad.

Eso, debe servirnos para reflexionar sobre lo que viene en materia de política comercial: se trata de una guerra entre dos formas de entender el mundo.


El proteccionismo es la política económica de restringir las importaciones de otros países a través de métodos tales como aranceles sobre los bienes importados, cuotas de importación y una variedad de otras regulaciones gubernamentales, encareciendo así dichos bienes de modo que no sea rentable.

Los defensores afirman que las políticas proteccionistas protegen a los productores, empresas y trabajadores del sector que compite con las importaciones en el país de los competidores extranjeros.

Sin embargo, también reducen el comercio y afectan negativamente a los consumidores en general y perjudican a los productores y trabajadores de los sectores de exportación, tanto en el país que aplica políticas proteccionistas como en los países protegidos.

La postura de proteccionismo comercial que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no es algo nuevo en el país vecino pues es un elemento que forma parte de su historia, en la cual se puede apreciar que solo ha tenido algunos momentos de apertura al libre comercio.

Todo indica que el presidente Trump se imagina un sistema como el que ya fue implementado en la década de los 60 en la región y que mostró sus impactos negativos en la formación de la capacidad productiva de los países.

En este escenario, y si la situación se vuelve generalizada, las autoridades monetarias de los países empezarán a preocuparse por un estado de mayores tensiones inflacionarias y podrían establecer una política monetaria más agresiva que impida que se desborden las expectativas en materia de precios.

Lo que está quedando sobre la mesa es la ya histórica tensión entre dos formas de asumir la política económica: liberalismo o proteccionismo.

De nuevo parece que deben ser discutidas las bondades de la integración mundial, que implica la creación de cadenas internacionales de valor en las que cada economía pueda desarrollar de la mejor forma todas sus capacidades.

El mundo está ante la verdadera amenaza de retroceder décadas.

Seguir por la vía de crear barreras al comercio internacional significa, sin lugar a dudas, infligirles a las economías daños irreparables, representados en menores condiciones de competitividad.

Eso, debe servirnos para reflexionar sobre lo que viene en materia de política comercial: se trata de una guerra entre dos formas de entender el mundo.