/ domingo 14 de abril de 2019

Hace algunos ayeres

Hace algunos ayeres tuve la fortuna de llegar a este mundo y ser recibida por unos maravillosos padres que me enseñaron el don del amor y el respeto, de la convivencia y el compartir.

Durante estas siete décadas y algunos años más aprendí a ser y estar, a amar y desamar, a llorar y reír, a recordar y olvidar, a aceptar y aceptarme con todas mis imperfecciones sabiendo que si cada día practico el amor y la tolerancia puedo ser mejor, pues en mi imperfección se encuentra plasmada la perfección de un ser supremo.

Aprendí que todas las religiones nos llevan al mismo camino y somos los humanos quienes las obscurecemos o iluminamos para dar luz o muerte, para tener compasión o no, para amar en el nombre de Dios o, en el nombre de Dios aprender a odiar.

Aprendí a ser madre con todos mis errores y aciertos y reconocer que en ocasiones he sido yo, la causante de los males de mis hijos, pues en el afán de la protección los deje sin protección y en el nombre de esta misma protección les imposibilite en muchas ocasiones, el camino que por ellos mismos deben andar, en estas décadas he sido hija, madre, hermana, abuela y amiga, he sabido que en los nietos se encuentra la extensión de nuestra existencia y son ellos, los nietos, quienes nos motivan para vivir y nos reafirman el amor incondicional que iniciamos con los hijos.

He vivido a mi manera porque no hay otra manera de vivir la vida, que cada uno tenemos, aunque soy de huesos, piel y sangre, también sé que soy origen y continuación de mis ancestros y descendientes, porque soy el camino y la obscuridad, soy destino y final, soy de aquí y soy de allá, cuando miro la palma de mi mano y observo el interior de mis ojos observo el ayer y el mañana y reconozco que tuve un día para nacer y me espera un día para partir y me alegra desconocer el día de la partida ya que así, puedo vivir cada día renaciendo y no muriendo, puedo celebrar cada cumpleaños como una oportunidad más para vivir y compartir, compartir experiencias ya que el paso de los años me recuerdan los pasajes de la niñez y la adolescencia, de ese, el primer amor y también el primer desencuentro, me recuerda un pasado sin lujos, de lucha y esfuerzo, de triunfos y pérdidas, de tristezas y éxitos, de riqueza infinita donde yo soy el sonido y soy quien habla la verdad, tal vez, no tu verdad, pero sin duda, mi verdad, esa que me enseña que siempre he estado donde debo estar, en el momento que debo estar y con la gente que debo estar, porque gracias a ese estar en el momento y lugar preciso he aprendido que vine a dar y no pedir, vine a sumar y no restar, vine a aprender a dividir para sumar, pues soy quien vino para dar vida con su vida en un camino seco y en uno mojado, donde a las piedras del camino aprendí a quitarlas, brincarlas o tolerarlas, he andado el camino difícil y el suave, he visto engaños y humillaciones tanto como honor y dignidad, he visto vejaciones y explotación y he visto motivación y compartir, es en este camino que aprendí que todo túnel tiene su salida y donde termina la luz se inicia el camino para el reencuentro y la superación y es en este camino que encontré que se puede ser feliz permanentemente día con día y todos los días, pues la felicidad se basa en un una actitud de aceptación y ser de manera continua, actitud salpicada de amor y optimismo, de bondad y compasión donde el camino andado queda en el olvido porque ya lo anduve y no lo volveré a pasar, de igual manera aunque regrese a él, no será el mismo y así como mi niñez está presente, hay muchos momentos olvidados y recuerdos acumulados que me hacen reconocer que en el camino andado, el paso de los años nos sirve para sanar, para hacer y rehacer, porque somos la hoja que mueve el viento y el sonido que viaja con él, recordándome que yo soy ese sonido y yo soy quien murmura y habla en voz alta y en silencio, derramando lagrimas o sonrisas y, aunque sé donde quiero estar, no sé dónde voy a morir, por eso quiero que en mis palabras quede escrita mi verdad, aunque ¿tal vez? ésta, no sea tu verdad, porque tú como yo sabemos que no hay verdad absoluta y todo depende del cristal con que se mira, y cuando de besar se trata debemos besar con el alma, pues con ella encontramos la paciencia y disfrutamos nuestra soledad sin decir una palabra, al saber, que solo podemos sostenernos para no caer de nuevo en el abrazo del hermano - amigo, ese apoyo que cada uno requiere para sentir las manos del amigo y del amante en un silencio que deja de ser intolerante y nos permite sentarnos juntos, sin decir palabra alguna, mientras las almas se besan en el perfecto silencio, así es que en este recorrido de siete décadas y más encuentro las puertas de la sabiduría aun entreabiertas y el aprendizaje no termina, hasta que el cuerpo se va, dejando que el alma trascienda y así, quiero llegar a ser una mujer joven que acumuló años al momento de la partida, cuyas experiencias fueron simples efectos encarnados en un punto particular del tiempo universal y no la distrajeron el ruido o los contratiempos para encontrar la alegría y el humor creando bienestar general, viviendo feliz con momentos de tristeza y en ocasiones de desesperación, pero siempre feliz y mientras tú, amable lector haces recuento de tu vida.

Agradezco tus comentarios en angeldesofia@yahoo.com.mx deseándoles un feliz domingo y una bella semana

Hace algunos ayeres tuve la fortuna de llegar a este mundo y ser recibida por unos maravillosos padres que me enseñaron el don del amor y el respeto, de la convivencia y el compartir.

Durante estas siete décadas y algunos años más aprendí a ser y estar, a amar y desamar, a llorar y reír, a recordar y olvidar, a aceptar y aceptarme con todas mis imperfecciones sabiendo que si cada día practico el amor y la tolerancia puedo ser mejor, pues en mi imperfección se encuentra plasmada la perfección de un ser supremo.

Aprendí que todas las religiones nos llevan al mismo camino y somos los humanos quienes las obscurecemos o iluminamos para dar luz o muerte, para tener compasión o no, para amar en el nombre de Dios o, en el nombre de Dios aprender a odiar.

Aprendí a ser madre con todos mis errores y aciertos y reconocer que en ocasiones he sido yo, la causante de los males de mis hijos, pues en el afán de la protección los deje sin protección y en el nombre de esta misma protección les imposibilite en muchas ocasiones, el camino que por ellos mismos deben andar, en estas décadas he sido hija, madre, hermana, abuela y amiga, he sabido que en los nietos se encuentra la extensión de nuestra existencia y son ellos, los nietos, quienes nos motivan para vivir y nos reafirman el amor incondicional que iniciamos con los hijos.

He vivido a mi manera porque no hay otra manera de vivir la vida, que cada uno tenemos, aunque soy de huesos, piel y sangre, también sé que soy origen y continuación de mis ancestros y descendientes, porque soy el camino y la obscuridad, soy destino y final, soy de aquí y soy de allá, cuando miro la palma de mi mano y observo el interior de mis ojos observo el ayer y el mañana y reconozco que tuve un día para nacer y me espera un día para partir y me alegra desconocer el día de la partida ya que así, puedo vivir cada día renaciendo y no muriendo, puedo celebrar cada cumpleaños como una oportunidad más para vivir y compartir, compartir experiencias ya que el paso de los años me recuerdan los pasajes de la niñez y la adolescencia, de ese, el primer amor y también el primer desencuentro, me recuerda un pasado sin lujos, de lucha y esfuerzo, de triunfos y pérdidas, de tristezas y éxitos, de riqueza infinita donde yo soy el sonido y soy quien habla la verdad, tal vez, no tu verdad, pero sin duda, mi verdad, esa que me enseña que siempre he estado donde debo estar, en el momento que debo estar y con la gente que debo estar, porque gracias a ese estar en el momento y lugar preciso he aprendido que vine a dar y no pedir, vine a sumar y no restar, vine a aprender a dividir para sumar, pues soy quien vino para dar vida con su vida en un camino seco y en uno mojado, donde a las piedras del camino aprendí a quitarlas, brincarlas o tolerarlas, he andado el camino difícil y el suave, he visto engaños y humillaciones tanto como honor y dignidad, he visto vejaciones y explotación y he visto motivación y compartir, es en este camino que aprendí que todo túnel tiene su salida y donde termina la luz se inicia el camino para el reencuentro y la superación y es en este camino que encontré que se puede ser feliz permanentemente día con día y todos los días, pues la felicidad se basa en un una actitud de aceptación y ser de manera continua, actitud salpicada de amor y optimismo, de bondad y compasión donde el camino andado queda en el olvido porque ya lo anduve y no lo volveré a pasar, de igual manera aunque regrese a él, no será el mismo y así como mi niñez está presente, hay muchos momentos olvidados y recuerdos acumulados que me hacen reconocer que en el camino andado, el paso de los años nos sirve para sanar, para hacer y rehacer, porque somos la hoja que mueve el viento y el sonido que viaja con él, recordándome que yo soy ese sonido y yo soy quien murmura y habla en voz alta y en silencio, derramando lagrimas o sonrisas y, aunque sé donde quiero estar, no sé dónde voy a morir, por eso quiero que en mis palabras quede escrita mi verdad, aunque ¿tal vez? ésta, no sea tu verdad, porque tú como yo sabemos que no hay verdad absoluta y todo depende del cristal con que se mira, y cuando de besar se trata debemos besar con el alma, pues con ella encontramos la paciencia y disfrutamos nuestra soledad sin decir una palabra, al saber, que solo podemos sostenernos para no caer de nuevo en el abrazo del hermano - amigo, ese apoyo que cada uno requiere para sentir las manos del amigo y del amante en un silencio que deja de ser intolerante y nos permite sentarnos juntos, sin decir palabra alguna, mientras las almas se besan en el perfecto silencio, así es que en este recorrido de siete décadas y más encuentro las puertas de la sabiduría aun entreabiertas y el aprendizaje no termina, hasta que el cuerpo se va, dejando que el alma trascienda y así, quiero llegar a ser una mujer joven que acumuló años al momento de la partida, cuyas experiencias fueron simples efectos encarnados en un punto particular del tiempo universal y no la distrajeron el ruido o los contratiempos para encontrar la alegría y el humor creando bienestar general, viviendo feliz con momentos de tristeza y en ocasiones de desesperación, pero siempre feliz y mientras tú, amable lector haces recuento de tu vida.

Agradezco tus comentarios en angeldesofia@yahoo.com.mx deseándoles un feliz domingo y una bella semana