/ miércoles 24 de octubre de 2018

Escribir de lo Obvio

Desde hace muchos años se dejó escuchar el concepto “Mara Salvatrucha” y, sin mucho abundar sobre del tema, toca destacar el que se trata de una pandilla que tomó forma en los Estados Unidos, conformada por inmigrantes centroamericanos principalmente provenientes de Honduras, el Salvador y Guatemala... Un día los norteamericanos, después de una fiesta de Halloween ―que en la realidad se trató de un aquelarre―, decidieron repatriar a los pandilleros. Al hacerlo, no regresaron a los jóvenes que fueron al vecino país con la ilusión de vivir el falso sueño americano, no. Lo que devolvieron a los tres países mencionados fueron jóvenes trasmutados en pandilleros y ya con la droga metida en sus cerebros, autonombrados “maras salvatrucha”.

Esta organización tiene de cabeza a las tres repúblicas hermanas, quienes forman parte del triángulo de hambre y violencia en América Central: El Salvador, Honduras y Guatemala. Los maras se aplican como pandilleros y también venden sus servicios al crimen organizado. Los maras ya no son exclusivamente aquellos jóvenes con ansia de vivir producto de un país explotado. No, ya la mayoría actualmente son adultos en condición de vida que no tiene retorno.

La pandilla mucho ha influido en esta inmigración que hoy se presenta. Ellos mismos fueron inmigrantes antes que los 4000, 6000 seres humanos que hoy lo hacen: inmigrar. Los maras, de hecho, son un co-gobierno en este triángulo de países centroamericanos.

Vemos que los animales: aves, cuadrúpedos, etc., migran primordialmente con el sustantivo objeto de sobrevivir. Van buscando un hábitat en donde se pueda continuar la vida y morir de viejos, y no siendo infantes o jóvenes y por hambre. Los humanos hacemos lo mismo, solitos o en grupo ―baste ver nuestro pasado como pueblo―. Creo que tiene cabida una pequeña reflexión: ¿Cuántos potosinos tenemos algún pariente, cercano o lejano, viviendo en los Estados Unidos?

Las historias de los migrantes son de tristeza… Con el más mínimo sentido común se entiende el que nadie deja su casa, su hogar, su barrio, la ciudad y república en donde creció si no es por causa de verdadera fuerza mayor, tal como la falta y carestía de los alimentos, nula posibilidad de trabajo, ausencia total de seguridad, en fin: imposibilidad de vivir en paz y ningún asomo de promisorio futuro.

Por simple curiosidad se les puede preguntar a los inmigrantes que abundan aquí mismo en camino a la tierra de Walt Disney y, al igual que estos aquí, nos dirán lo mismito que esos miles que pretenden llegar en caravana a Estados Unidos: “En mi país no hay alimentos, no hay trabajo, no hay centros de salud… Lo que abunda es el peligro de muerte por culpa de los extorsionadores y el mal gobierno”.

Allá en la caravana y aquí, veremos mujeres, muchas mujeres: bebitas, niñas, jóvenes, jovencitas embarazadas, mujeres adultas con niños de la mano, mujeres con 7, 8 meses de embarazo… Igualmente se distinguen muchachos que huyen del reclutamiento forzoso de las pandillas. Y con ganas de vivir, gritan: “¡Tengo más miedo a ser regresado que a Donald Trump...!

La verdad, al fin de cuentas no importa edad ni género, la caravana llegará a la frontera entre Estados Unidos y México. Lo que no se ve por ningún lado es la posibilidad de pasar. Saben que llegarán a la frontera en tanto que eso solo lo determina su propia voluntad. Pero, ¿pasar? ¿En caravana? ¡Como si los gringos fueran hermanas de la caridad!

Se vislumbra un campo de refugiados en la frontera, del lado mexicano, por lo pronto.


Desde hace muchos años se dejó escuchar el concepto “Mara Salvatrucha” y, sin mucho abundar sobre del tema, toca destacar el que se trata de una pandilla que tomó forma en los Estados Unidos, conformada por inmigrantes centroamericanos principalmente provenientes de Honduras, el Salvador y Guatemala... Un día los norteamericanos, después de una fiesta de Halloween ―que en la realidad se trató de un aquelarre―, decidieron repatriar a los pandilleros. Al hacerlo, no regresaron a los jóvenes que fueron al vecino país con la ilusión de vivir el falso sueño americano, no. Lo que devolvieron a los tres países mencionados fueron jóvenes trasmutados en pandilleros y ya con la droga metida en sus cerebros, autonombrados “maras salvatrucha”.

Esta organización tiene de cabeza a las tres repúblicas hermanas, quienes forman parte del triángulo de hambre y violencia en América Central: El Salvador, Honduras y Guatemala. Los maras se aplican como pandilleros y también venden sus servicios al crimen organizado. Los maras ya no son exclusivamente aquellos jóvenes con ansia de vivir producto de un país explotado. No, ya la mayoría actualmente son adultos en condición de vida que no tiene retorno.

La pandilla mucho ha influido en esta inmigración que hoy se presenta. Ellos mismos fueron inmigrantes antes que los 4000, 6000 seres humanos que hoy lo hacen: inmigrar. Los maras, de hecho, son un co-gobierno en este triángulo de países centroamericanos.

Vemos que los animales: aves, cuadrúpedos, etc., migran primordialmente con el sustantivo objeto de sobrevivir. Van buscando un hábitat en donde se pueda continuar la vida y morir de viejos, y no siendo infantes o jóvenes y por hambre. Los humanos hacemos lo mismo, solitos o en grupo ―baste ver nuestro pasado como pueblo―. Creo que tiene cabida una pequeña reflexión: ¿Cuántos potosinos tenemos algún pariente, cercano o lejano, viviendo en los Estados Unidos?

Las historias de los migrantes son de tristeza… Con el más mínimo sentido común se entiende el que nadie deja su casa, su hogar, su barrio, la ciudad y república en donde creció si no es por causa de verdadera fuerza mayor, tal como la falta y carestía de los alimentos, nula posibilidad de trabajo, ausencia total de seguridad, en fin: imposibilidad de vivir en paz y ningún asomo de promisorio futuro.

Por simple curiosidad se les puede preguntar a los inmigrantes que abundan aquí mismo en camino a la tierra de Walt Disney y, al igual que estos aquí, nos dirán lo mismito que esos miles que pretenden llegar en caravana a Estados Unidos: “En mi país no hay alimentos, no hay trabajo, no hay centros de salud… Lo que abunda es el peligro de muerte por culpa de los extorsionadores y el mal gobierno”.

Allá en la caravana y aquí, veremos mujeres, muchas mujeres: bebitas, niñas, jóvenes, jovencitas embarazadas, mujeres adultas con niños de la mano, mujeres con 7, 8 meses de embarazo… Igualmente se distinguen muchachos que huyen del reclutamiento forzoso de las pandillas. Y con ganas de vivir, gritan: “¡Tengo más miedo a ser regresado que a Donald Trump...!

La verdad, al fin de cuentas no importa edad ni género, la caravana llegará a la frontera entre Estados Unidos y México. Lo que no se ve por ningún lado es la posibilidad de pasar. Saben que llegarán a la frontera en tanto que eso solo lo determina su propia voluntad. Pero, ¿pasar? ¿En caravana? ¡Como si los gringos fueran hermanas de la caridad!

Se vislumbra un campo de refugiados en la frontera, del lado mexicano, por lo pronto.


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