/ viernes 30 de julio de 2021

Entorno Empresarial

Los hogares mexicanos se están hundiendo

La crisis actual asume la forma de una crisis económica con consecuencias sociales muy negativas. Se ha registrado un drástico aumento del desempleo.

El principal seguro social privado de México, las remesas desde EEUU, por fortuna han aumentado casi al doble afortunadamente. Debido a la ausencia de una red de contención estatal eficiente, a la reducción de los ingresos y al aumento en el precio de los alimentos, la contracción afecta especialmente a los sectores más pobres, los trabajadores de bajas remuneraciones y las capas medias.

Por eso, incluso si la economía se reactiva rápidamente, la crisis seguirá sintiéndose durante varios años.

Desde hace años, el poder adquisitivo de los trabajadores mexicanos sufre un gradual deterioro. La situación se complica aún más si se tiene en cuenta que debido a la pandemia del Covid-19 el ingreso de los hogares mexicanos reportó un descenso de 5.8% en el 2020, respecto a 2018, luego de una caída de 4.2% en los dos años previos según el INEGI.

El ingreso cayó en 90% de los hogares, con el mayor retroceso en el 10%o de mayores recursos, con 9.2%, mientras que en el 10% más pobre se reportó un incremento de 1.3%.

Además hubo una disminución en los integrantes del hogar que perciben ingresos. Por medio de las remesas, los migrantes mexicanos que radican en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, han dado un importante impulso a la economía del país, fuertemente afectada.

Hasta ahora, la respuesta oficial ha sido vacilante. La mayoría de las medidas anticíclicas aún no se han concretado.

No se observa una estrategia de desarrollo a largo plazo que complemente las políticas orientadas a atenuar las consecuencias más inmediatas y enfrentar las secuelas sociales más directas de la crisis.

La recesión actual exige adoptar un plan comprometido y audaz para reactivar la economía. Pero también es necesario resolver problemas estructurales.

Si los efectos económicos y sociales de la crisis no se controlan de forma rápida y sostenida, el riesgo de inestabilidad social crecerá. Esto implica que habrá una mayor competencia por menos puestos de trabajo, junto con una pérdida de ingresos

Los hogares mexicanos se están hundiendo

La crisis actual asume la forma de una crisis económica con consecuencias sociales muy negativas. Se ha registrado un drástico aumento del desempleo.

El principal seguro social privado de México, las remesas desde EEUU, por fortuna han aumentado casi al doble afortunadamente. Debido a la ausencia de una red de contención estatal eficiente, a la reducción de los ingresos y al aumento en el precio de los alimentos, la contracción afecta especialmente a los sectores más pobres, los trabajadores de bajas remuneraciones y las capas medias.

Por eso, incluso si la economía se reactiva rápidamente, la crisis seguirá sintiéndose durante varios años.

Desde hace años, el poder adquisitivo de los trabajadores mexicanos sufre un gradual deterioro. La situación se complica aún más si se tiene en cuenta que debido a la pandemia del Covid-19 el ingreso de los hogares mexicanos reportó un descenso de 5.8% en el 2020, respecto a 2018, luego de una caída de 4.2% en los dos años previos según el INEGI.

El ingreso cayó en 90% de los hogares, con el mayor retroceso en el 10%o de mayores recursos, con 9.2%, mientras que en el 10% más pobre se reportó un incremento de 1.3%.

Además hubo una disminución en los integrantes del hogar que perciben ingresos. Por medio de las remesas, los migrantes mexicanos que radican en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, han dado un importante impulso a la economía del país, fuertemente afectada.

Hasta ahora, la respuesta oficial ha sido vacilante. La mayoría de las medidas anticíclicas aún no se han concretado.

No se observa una estrategia de desarrollo a largo plazo que complemente las políticas orientadas a atenuar las consecuencias más inmediatas y enfrentar las secuelas sociales más directas de la crisis.

La recesión actual exige adoptar un plan comprometido y audaz para reactivar la economía. Pero también es necesario resolver problemas estructurales.

Si los efectos económicos y sociales de la crisis no se controlan de forma rápida y sostenida, el riesgo de inestabilidad social crecerá. Esto implica que habrá una mayor competencia por menos puestos de trabajo, junto con una pérdida de ingresos