/ viernes 8 de febrero de 2019

Entorno Empresarial

Las décadas de neoliberalismo, que es una teoría política económica, han aumentado la desigualdad en el seno de las sociedades occidentales, pero han supuesto también el ascenso de cientos o miles de millones de personas en los países en vías de desarrollo; lo podemos ver en el gran cambio que ha sufrido nuestra ciudad capital.

¿Se está viendo el neoliberalismo reemplazado por un neo-nacionalismo, como señala Martk Blyth, catedrático de Brown University, o el propio The Economist una revista liberal por excelencia?

¿O estamos ante un trans-neoliberalismo ¿Vamos también a un neo-autoritarismo frente a la democracia liberal?

La redefinición o sucesión del neoliberalismo, sin embargo, no está en manos de una izquierda renovada, sino que una nueva derecha variopinta, cuyo origen es en parte populista.

La particularidad mexicana consiste en que debido a circunstancias especiales, una persona encabeza un proyecto político sui generis, que se sale del esquema que prevalece en otras partes del mundo.

Por ahora ese proyecto logra entusiasmar a amplios sectores que aspiran a una democracia moderna, a derrotar la corrupción político-administrativa y consolidar el proceso de paz. No sabemos si ese proyecto podrá impulsar a otros sectores sociales no incluidos.

Es evidente que en México este proyecto político más que económico responde a una coyuntura política muy concreta y particular.

Los gobiernos que han seguido esta línea de acción especialmente entre países socialistas o próximos a esta ideología, han tratado de desarrollar la industria pesada, concentrándose también en la autosuficiencia alimentaria y en el desarrollo de una minería ligada a esas industrias: petróleo, carbón, acero, uranio, etc.

Los acontecimientos de los últimos años han demostrado que el nacionalismo económico si es el camino en el que vamos, rinde pocos frutos en un mundo interdependiente, donde los adelantos tecnológicos se suceden a un ritmo acelerado.

Esperemos que esta centralización del poder y el nacionalismo que parece emprender el Presidente ponga las condiciones de bienestar con un mundo interconectado y avanzando rápidamente, desde las escuelas que forman ciudadanos del mundo, las empresas y sus mercados tanto locales como extranjeros, y los avances que han quedado en las instituciones de la Nación.

Las décadas de neoliberalismo, que es una teoría política económica, han aumentado la desigualdad en el seno de las sociedades occidentales, pero han supuesto también el ascenso de cientos o miles de millones de personas en los países en vías de desarrollo; lo podemos ver en el gran cambio que ha sufrido nuestra ciudad capital.

¿Se está viendo el neoliberalismo reemplazado por un neo-nacionalismo, como señala Martk Blyth, catedrático de Brown University, o el propio The Economist una revista liberal por excelencia?

¿O estamos ante un trans-neoliberalismo ¿Vamos también a un neo-autoritarismo frente a la democracia liberal?

La redefinición o sucesión del neoliberalismo, sin embargo, no está en manos de una izquierda renovada, sino que una nueva derecha variopinta, cuyo origen es en parte populista.

La particularidad mexicana consiste en que debido a circunstancias especiales, una persona encabeza un proyecto político sui generis, que se sale del esquema que prevalece en otras partes del mundo.

Por ahora ese proyecto logra entusiasmar a amplios sectores que aspiran a una democracia moderna, a derrotar la corrupción político-administrativa y consolidar el proceso de paz. No sabemos si ese proyecto podrá impulsar a otros sectores sociales no incluidos.

Es evidente que en México este proyecto político más que económico responde a una coyuntura política muy concreta y particular.

Los gobiernos que han seguido esta línea de acción especialmente entre países socialistas o próximos a esta ideología, han tratado de desarrollar la industria pesada, concentrándose también en la autosuficiencia alimentaria y en el desarrollo de una minería ligada a esas industrias: petróleo, carbón, acero, uranio, etc.

Los acontecimientos de los últimos años han demostrado que el nacionalismo económico si es el camino en el que vamos, rinde pocos frutos en un mundo interdependiente, donde los adelantos tecnológicos se suceden a un ritmo acelerado.

Esperemos que esta centralización del poder y el nacionalismo que parece emprender el Presidente ponga las condiciones de bienestar con un mundo interconectado y avanzando rápidamente, desde las escuelas que forman ciudadanos del mundo, las empresas y sus mercados tanto locales como extranjeros, y los avances que han quedado en las instituciones de la Nación.