/ domingo 10 de junio de 2018

¡El grito sin eco de la tierra!

Un hombre soñó que ante Dios llegaba a entregar cuentas de todo lo que en su vida había hecho. Este hombre, seguro de que Dios lo iba a dejar entrar al Paraíso, empezó a decir:

-Señor, cumplí los mandatos que nos dejaste: di de comer al desvalido, visité al enfermo y preso, di amor a mi esposa e hijos, y todos los domingos escuchaba tu palabra.

Dios lo miró y con tristeza le preguntó: - Pero. ¿Dónde están aquellas aves hermosas que por miles te dejé para alegrar tu vida y la de tus hijos? ¿En dónde están aquellas fieras salvajes y reptiles, que te pedí que respetaras y cuidaras? ¿Y las especies marinas que una a una las has ido acabando, simplemente para saciar ese deseo asesino que tienes y para adornar las paredes de tu casa con sus cabezas?

Además, los bosques que te di para que trabajaras tú y toda tu descendencia, sin misericordia, los has ido acabando, lo peor es que no te tomaste la molestia de sembrar más para el futuro.

Y los ríos de agua cristalina que dejé para calmar tu sed, ¡en un momento contaminaste sus aguas! Y no contento con ello, perforaste las entrañas de tu hermosa tierra y de sus venas profundas robaste ese preciado líquido que has contaminado, al igual que los ríos; No conforme con eso, has odiado a tus hermanos simplemente porque te han pedido que no la tires. Más ponte a pensar que tal vez estás tirando la vida de tus hijos.

Aquel hombre, triste y preocupado, preguntó a Dios: -¿Qué debo hacer para salvar lo poco o mucho que me queda de mi hermosa tierra?

Dios le contestó: -¡Abre realmente tu corazón y enamórate de todo esto que te regalé, y día con día lucha por ello; y así cuando llegue el final, esa hermosa tierra te cobijará con amor o recibirá tus cenizas con alegría. ¡Pero recuerda siempre que tu hermosa tierra agoniza día con día!

Esta preciosa reflexión que hoy entrega “El Sol de San Luis” a sus fieles lectores, la cual forma parte de las compilaciones del padre Fernando Castro Villanueva, retrata el grito desesperado de nuestra hermosa Tierra, razón por lo que el Creador, hace un llamado a sus queridos hijos para que restablezcan la salud del planeta que con tanto amor les entregó.

Pues varias personas no podrán negar que aún hace 50 años, el agua de ríos, arroyos, lagunas y lagos, no estaban contaminados, al igual que el aire que se respiraba, y una de ellas es la Altilla, quien de chiquilla gozó del agua pura y transparente de los numerosos veneros, y arroyos en la Sierra de Álvarez, y de los que había en su tierra natal del Aguacate, Rioverde, S.L.P., los que en su mayoría traían agua zarca debido a los innumerables cuarzos y, pedernales que arrastraba el agua en su estrepitosa y salvaje bajada de la sierra:¡Un maravilloso acontecimiento!

Y en esa tierra de Dios y Puerta del Cielo la Altilla caminó por tupidos bosques de álamos, encinos y robles subiendo y bajando cerros que conforman la Sierra Gorda, y corría entre los surcos con elotes, garbanzo, frijol, calabacitas, sandias, melones, quelites y verdolagas, queguisados sabían a manjar de dioses y la Altilla lo sabía, pues formaban parte de la dieta diaria de todos los habitantes. Y aunque usted no lo crea en algunas sierras había manzanitas silvestres, chiles piquines, pitayas, garambullos, tunas, y nopales entre otros.

Al evocar esos tiempos, la Altilla desea de todo corazón que vuelvan, pero para eso hay que cuidar de nuestra hermosa Tierra hasta que se recupere, pues solo así la humanidad tendrá una nueva esperanza de vida. ¡Quiera Dios y así sea!

Un hombre soñó que ante Dios llegaba a entregar cuentas de todo lo que en su vida había hecho. Este hombre, seguro de que Dios lo iba a dejar entrar al Paraíso, empezó a decir:

-Señor, cumplí los mandatos que nos dejaste: di de comer al desvalido, visité al enfermo y preso, di amor a mi esposa e hijos, y todos los domingos escuchaba tu palabra.

Dios lo miró y con tristeza le preguntó: - Pero. ¿Dónde están aquellas aves hermosas que por miles te dejé para alegrar tu vida y la de tus hijos? ¿En dónde están aquellas fieras salvajes y reptiles, que te pedí que respetaras y cuidaras? ¿Y las especies marinas que una a una las has ido acabando, simplemente para saciar ese deseo asesino que tienes y para adornar las paredes de tu casa con sus cabezas?

Además, los bosques que te di para que trabajaras tú y toda tu descendencia, sin misericordia, los has ido acabando, lo peor es que no te tomaste la molestia de sembrar más para el futuro.

Y los ríos de agua cristalina que dejé para calmar tu sed, ¡en un momento contaminaste sus aguas! Y no contento con ello, perforaste las entrañas de tu hermosa tierra y de sus venas profundas robaste ese preciado líquido que has contaminado, al igual que los ríos; No conforme con eso, has odiado a tus hermanos simplemente porque te han pedido que no la tires. Más ponte a pensar que tal vez estás tirando la vida de tus hijos.

Aquel hombre, triste y preocupado, preguntó a Dios: -¿Qué debo hacer para salvar lo poco o mucho que me queda de mi hermosa tierra?

Dios le contestó: -¡Abre realmente tu corazón y enamórate de todo esto que te regalé, y día con día lucha por ello; y así cuando llegue el final, esa hermosa tierra te cobijará con amor o recibirá tus cenizas con alegría. ¡Pero recuerda siempre que tu hermosa tierra agoniza día con día!

Esta preciosa reflexión que hoy entrega “El Sol de San Luis” a sus fieles lectores, la cual forma parte de las compilaciones del padre Fernando Castro Villanueva, retrata el grito desesperado de nuestra hermosa Tierra, razón por lo que el Creador, hace un llamado a sus queridos hijos para que restablezcan la salud del planeta que con tanto amor les entregó.

Pues varias personas no podrán negar que aún hace 50 años, el agua de ríos, arroyos, lagunas y lagos, no estaban contaminados, al igual que el aire que se respiraba, y una de ellas es la Altilla, quien de chiquilla gozó del agua pura y transparente de los numerosos veneros, y arroyos en la Sierra de Álvarez, y de los que había en su tierra natal del Aguacate, Rioverde, S.L.P., los que en su mayoría traían agua zarca debido a los innumerables cuarzos y, pedernales que arrastraba el agua en su estrepitosa y salvaje bajada de la sierra:¡Un maravilloso acontecimiento!

Y en esa tierra de Dios y Puerta del Cielo la Altilla caminó por tupidos bosques de álamos, encinos y robles subiendo y bajando cerros que conforman la Sierra Gorda, y corría entre los surcos con elotes, garbanzo, frijol, calabacitas, sandias, melones, quelites y verdolagas, queguisados sabían a manjar de dioses y la Altilla lo sabía, pues formaban parte de la dieta diaria de todos los habitantes. Y aunque usted no lo crea en algunas sierras había manzanitas silvestres, chiles piquines, pitayas, garambullos, tunas, y nopales entre otros.

Al evocar esos tiempos, la Altilla desea de todo corazón que vuelvan, pero para eso hay que cuidar de nuestra hermosa Tierra hasta que se recupere, pues solo así la humanidad tendrá una nueva esperanza de vida. ¡Quiera Dios y así sea!

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