/ domingo 11 de abril de 2021

El Corazón, detecta la felicidad

El corazón nos dice, en dónde está la alegría; y antes que la razón la encuentre, el corazón ya la ha detectado.

Y por vivir sujetos a la razón, es que nos privamos de ser felices.

La razón no nos permite escuchar las razones del corazón. Y como decía Pascal: “el corazón tiene sus razones”. Pero el hombre, sólo acepta como verdad, lo que viene de la razón. Y ésta, no es la única fuente de conocimiento.

Hay veces que la razón, puede ser la causa de nuestra tristeza; mientras que el corazón, nos da razones para estar alegres. Aunque ignoramos esas razones.

Algo semejante pasó con los discípulos de Emaús; ellos, platicaban, de la muerte del Señor, a un forastero; pero no advertían, que ese hombre, era el mismo Jesús.

Ellos llevaban a un lado, la causa de su alegría; pero sus ojos estaban velados, y no lo podían ver.

Y una vez que reconocen a Jesús, se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”.(Lc.24).

Qué importante es atender al corazón, porque éste, tiene algo qué decirnos.

Y por eso, Jesús les echa en cara su incredulidad, y les dice: “Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas”.(Lc.24).

Se necesita creer en aquello que nos hace felices. Porque la fe, va más allá de la razón.

Por eso, hay que dejarse llevar por lo que dicta el corazón. Ya que éste, no se equivoca.

Hay que descifrar los dictados del corazón. Porque si le hacemos caso al corazón, seremos felices.

El corazón nos dice, en dónde está la alegría; y antes que la razón la encuentre, el corazón ya la ha detectado.

Y por vivir sujetos a la razón, es que nos privamos de ser felices.

La razón no nos permite escuchar las razones del corazón. Y como decía Pascal: “el corazón tiene sus razones”. Pero el hombre, sólo acepta como verdad, lo que viene de la razón. Y ésta, no es la única fuente de conocimiento.

Hay veces que la razón, puede ser la causa de nuestra tristeza; mientras que el corazón, nos da razones para estar alegres. Aunque ignoramos esas razones.

Algo semejante pasó con los discípulos de Emaús; ellos, platicaban, de la muerte del Señor, a un forastero; pero no advertían, que ese hombre, era el mismo Jesús.

Ellos llevaban a un lado, la causa de su alegría; pero sus ojos estaban velados, y no lo podían ver.

Y una vez que reconocen a Jesús, se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”.(Lc.24).

Qué importante es atender al corazón, porque éste, tiene algo qué decirnos.

Y por eso, Jesús les echa en cara su incredulidad, y les dice: “Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas”.(Lc.24).

Se necesita creer en aquello que nos hace felices. Porque la fe, va más allá de la razón.

Por eso, hay que dejarse llevar por lo que dicta el corazón. Ya que éste, no se equivoca.

Hay que descifrar los dictados del corazón. Porque si le hacemos caso al corazón, seremos felices.