/ domingo 15 de septiembre de 2019

Educación y Sindicalismo


TRES DESCARGAS Y UN TIRO DE GRACIA

La rebeldía no muere

mientras el tirano exista.

La poesía enmarca el cuadro de fusilamiento, antes, momentos casi antes la anécdota dice el reparto de dulces al pelotón o el antes también cuando reclama lo poco que se le quiere dar de alimento. Estoico en ambos momentos, sublime en el sentimiento de la Dios a sus guardianes, la poesía quedó en el muro mientras las miradas de cariño recorrieron todo el trayecto hacia el patíbulo, la en inmarcesible sonrisa respondió a ello.

El pelotón está preparado, entre ellos la historia registra en algún lugar escondido a Juan Vicente García, Felipe Varela, Antonio Parra, Juan Molina, José Quintana, Miguel Ruiz, José Tarín, Victoriano Torres y otros más escapados a la memoria pero que temblaron bajo una mezcla de miedo y ternura al obedecer una orden de asesinar a ¡UN SACERDOTE!, ¡Infierno adelantado!, sin importar que fuera un cura excomulgado; ¿Qué fue de los que dispararon?, ¿o que de aquellos otros doscientos soldados que estaban en el traspatio del Hospital o los casi mil que cuidaban los alrededores?

El silencio cubrió la comba de los vientos, el cura con los ojos vendados se arrodilla presentando el pecho al pelotón; llevó su mano derecha al corazón y casi en un susurro dijo: ¡aquí!, no dio la espalda, no fue un traidor, se opuso a ello… ¡¡¡FUEGO!!! Ordenó El comandante Armendáriz y tres balas le destrozaron el vientre mientras una cuarta le fracturó un brazo; los dulces supieron amargos, algunos los escupieron dirigiendo el rostro hacia el “mandón”. Los poemas a Ortega y Guaspe soltaron sangre en la mazmorra. El reo quedó sentado sobre sus piernas.

¡¡¡FUEGO!!!, repitió el lacayo y las balas penetraron en el pecho brotando la sangre a borbollones y sacudiendo el cuerpo del libertador que casi en cámara lenta quedaba tendido en el suelo pero aún vivo. Los ojos abiertos pero empañados se tendieron a su alrededor buscando a los verdugos o perdonando con ellos a los que dispararon. El temblor de las manos y del cuerpo en estertor de muerte mostró vida aún existente.

¡¡¡FUEGO!!!Repitió Armendáriz y una tercera descarga a quemarropa erró la distancia y el blanco y marcó huella por fuera del cuerpo; todo el pelotón tiembla desviando la mirada y bajando las armas, algunos las arrojan lejos. Se ordena el tiro de gracia, no a la cabeza sino directo al corazón pegado el cañón al pecho… La bala cruza el último aliento de la justiciado, 58 años, dos meses y 22 días de edad; 16 de septiembre de 1810 a 30 de julio de 1811.Corto, muy corto el camino de lucha; largo muy largo el camino aún abierto de LA LIBERTAD. ¿Hidalgo excomulgado estará en los infiernos y junto con él sus seguidores pasados y presentes?


TRES DESCARGAS Y UN TIRO DE GRACIA

La rebeldía no muere

mientras el tirano exista.

La poesía enmarca el cuadro de fusilamiento, antes, momentos casi antes la anécdota dice el reparto de dulces al pelotón o el antes también cuando reclama lo poco que se le quiere dar de alimento. Estoico en ambos momentos, sublime en el sentimiento de la Dios a sus guardianes, la poesía quedó en el muro mientras las miradas de cariño recorrieron todo el trayecto hacia el patíbulo, la en inmarcesible sonrisa respondió a ello.

El pelotón está preparado, entre ellos la historia registra en algún lugar escondido a Juan Vicente García, Felipe Varela, Antonio Parra, Juan Molina, José Quintana, Miguel Ruiz, José Tarín, Victoriano Torres y otros más escapados a la memoria pero que temblaron bajo una mezcla de miedo y ternura al obedecer una orden de asesinar a ¡UN SACERDOTE!, ¡Infierno adelantado!, sin importar que fuera un cura excomulgado; ¿Qué fue de los que dispararon?, ¿o que de aquellos otros doscientos soldados que estaban en el traspatio del Hospital o los casi mil que cuidaban los alrededores?

El silencio cubrió la comba de los vientos, el cura con los ojos vendados se arrodilla presentando el pecho al pelotón; llevó su mano derecha al corazón y casi en un susurro dijo: ¡aquí!, no dio la espalda, no fue un traidor, se opuso a ello… ¡¡¡FUEGO!!! Ordenó El comandante Armendáriz y tres balas le destrozaron el vientre mientras una cuarta le fracturó un brazo; los dulces supieron amargos, algunos los escupieron dirigiendo el rostro hacia el “mandón”. Los poemas a Ortega y Guaspe soltaron sangre en la mazmorra. El reo quedó sentado sobre sus piernas.

¡¡¡FUEGO!!!, repitió el lacayo y las balas penetraron en el pecho brotando la sangre a borbollones y sacudiendo el cuerpo del libertador que casi en cámara lenta quedaba tendido en el suelo pero aún vivo. Los ojos abiertos pero empañados se tendieron a su alrededor buscando a los verdugos o perdonando con ellos a los que dispararon. El temblor de las manos y del cuerpo en estertor de muerte mostró vida aún existente.

¡¡¡FUEGO!!!Repitió Armendáriz y una tercera descarga a quemarropa erró la distancia y el blanco y marcó huella por fuera del cuerpo; todo el pelotón tiembla desviando la mirada y bajando las armas, algunos las arrojan lejos. Se ordena el tiro de gracia, no a la cabeza sino directo al corazón pegado el cañón al pecho… La bala cruza el último aliento de la justiciado, 58 años, dos meses y 22 días de edad; 16 de septiembre de 1810 a 30 de julio de 1811.Corto, muy corto el camino de lucha; largo muy largo el camino aún abierto de LA LIBERTAD. ¿Hidalgo excomulgado estará en los infiernos y junto con él sus seguidores pasados y presentes?