/ domingo 9 de septiembre de 2018

Educación y Sindicalismo

TRES DESCARGAS Y UN TIRO DE GRACIA

La rebeldía no muere mientras el tirano exista.

LA POESÍA ENMARCA el cuadro de fusilamiento; antes, momentos casi antes la anécdota dice el reparto de dulces al pelotón o el antes también reclama lo poco que se le quiere dar de alimento. Estoico en ambos momentos, sublime en el sentimiento del adiós a sus guardianes, la poesía quedo en el muro mientras las miradas de cariño recorrieron todo el trayecto hacia el patíbulo; la inmarcesible sonrisa respondió a ello.

EL PELOTON ESTÁ preparado, entre ellos la historia registra en algún lugar escondido a Juan Vicente García, Felipe Varela, Antonio Parra, Juan Molina, José Quintana, Miguel Ruiz, José Tarín, Victoriano Torres y otros mas escapados a la memoria pero que temblaron una mezcla de miedo y ternura al obedecer una orden de asesinar a ¡UN SACERDOTE!, ¡infierno adelantado!, sin importar que fuera un cura excomulgado; ¿Qué fue de los que dispararon?, ¿o qué de aquellos otros doscientos soldados que estaban en el traspatio del Hospital o los casi mil que cuidaban los alrededores?

EL SILENCIO CUBRIÓ la comba de los vientos, el cura con los ojos vendados se arrodilla presentando el pecho al pelotón; llevó su mano derecha al corazón y casi en un susurro dijo ¡aquí!, no dio la espalda, no fue un traidor, se opuso a ello… ¡¡¡FUEGO!!! ordenóel comandante Armendáriz y tres balas le destrozaron el vientre mientras una cuarta le fracturó un brazo; los dulces supieron amargo, algunos los escupieron dirigiendo el rostro hacia el “mandón”. Los poemas a Ortega y Guaspe soltaron sangre en la mazmorra. El reo quedó sentado sobre sus piernas.

¡¡¡FUEGO!!!, repitió el lacayo y las balas penetraron en el pecho brotando sangre a borbollones y sacudiendo el cuerpo del libertador que casi en cámara lenta quedaba tendido en el suelo, pero aún vivo. Los ojos abiertos pero empañados se tendieron a su alrededor buscando a los verdugos o perdonando con ellos a los que dispararon. El temblor de las manos y del cuerpo en estertor de muerte mostro vida aun existente.

¡¡¡FUEGO!!!, repitió Armendáriz y una tercera descarga a quemarropa erró la distancia y el blanco y marcó huella por fuera del cuerpo; todo el pelotón tiembla desviando la mirada y bajando las armas, algunos las arrojan lejos. Se ordena el tiro de gracia, no a la cabeza sino directo al corazón pegado el cañón al pecho… la bala cruza el ultimo aliento del ajusticiado. Cincuenta y ocho años, dos meses y 22 días de edad, 16 de septiembre de 1810 a 30 de Julio de 1811. Corto, muy corto el camino de lucha; largo muy largo el camino aun abierto de LA LIBERTAD. ¿Hidalgo excomulgado estará en los infiernos y junto con él sus seguidores pasados y presentes?


TRES DESCARGAS Y UN TIRO DE GRACIA

La rebeldía no muere mientras el tirano exista.

LA POESÍA ENMARCA el cuadro de fusilamiento; antes, momentos casi antes la anécdota dice el reparto de dulces al pelotón o el antes también reclama lo poco que se le quiere dar de alimento. Estoico en ambos momentos, sublime en el sentimiento del adiós a sus guardianes, la poesía quedo en el muro mientras las miradas de cariño recorrieron todo el trayecto hacia el patíbulo; la inmarcesible sonrisa respondió a ello.

EL PELOTON ESTÁ preparado, entre ellos la historia registra en algún lugar escondido a Juan Vicente García, Felipe Varela, Antonio Parra, Juan Molina, José Quintana, Miguel Ruiz, José Tarín, Victoriano Torres y otros mas escapados a la memoria pero que temblaron una mezcla de miedo y ternura al obedecer una orden de asesinar a ¡UN SACERDOTE!, ¡infierno adelantado!, sin importar que fuera un cura excomulgado; ¿Qué fue de los que dispararon?, ¿o qué de aquellos otros doscientos soldados que estaban en el traspatio del Hospital o los casi mil que cuidaban los alrededores?

EL SILENCIO CUBRIÓ la comba de los vientos, el cura con los ojos vendados se arrodilla presentando el pecho al pelotón; llevó su mano derecha al corazón y casi en un susurro dijo ¡aquí!, no dio la espalda, no fue un traidor, se opuso a ello… ¡¡¡FUEGO!!! ordenóel comandante Armendáriz y tres balas le destrozaron el vientre mientras una cuarta le fracturó un brazo; los dulces supieron amargo, algunos los escupieron dirigiendo el rostro hacia el “mandón”. Los poemas a Ortega y Guaspe soltaron sangre en la mazmorra. El reo quedó sentado sobre sus piernas.

¡¡¡FUEGO!!!, repitió el lacayo y las balas penetraron en el pecho brotando sangre a borbollones y sacudiendo el cuerpo del libertador que casi en cámara lenta quedaba tendido en el suelo, pero aún vivo. Los ojos abiertos pero empañados se tendieron a su alrededor buscando a los verdugos o perdonando con ellos a los que dispararon. El temblor de las manos y del cuerpo en estertor de muerte mostro vida aun existente.

¡¡¡FUEGO!!!, repitió Armendáriz y una tercera descarga a quemarropa erró la distancia y el blanco y marcó huella por fuera del cuerpo; todo el pelotón tiembla desviando la mirada y bajando las armas, algunos las arrojan lejos. Se ordena el tiro de gracia, no a la cabeza sino directo al corazón pegado el cañón al pecho… la bala cruza el ultimo aliento del ajusticiado. Cincuenta y ocho años, dos meses y 22 días de edad, 16 de septiembre de 1810 a 30 de Julio de 1811. Corto, muy corto el camino de lucha; largo muy largo el camino aun abierto de LA LIBERTAD. ¿Hidalgo excomulgado estará en los infiernos y junto con él sus seguidores pasados y presentes?