La vida necesita un móvil para vivirse. Es decir, necesitamos de motivaciones, que nos impulsen a seguir luchando para seguir adelante. Y es así, como el hombre se propone algunas metas a cumplir en esta vida. Y de esa forma, llena su vida de propósitos, de objetivos y promesas. Pero sería bueno verificar si tales propuestas podrán cumplirse.
La vida tiene sus razones para ser vivida. Pero el hombre también busca sus propias razones de vida. Y hay momentos, en que esas metas ya se cumplieron, o por desgracia, no se lograron. Y es ahí cuando el hombre empieza a debilitarse; porque siente que se le han agotado los motivos para seguir viviendo. Porque está claro, que esta vida, para ser vivida, necesita esfuerzo. Y éste, tiene que estar impulsado por algún motivo.
Y cuando se agotan las fuerzas erróneamente creemos que ya es hora de partir. Pero cuando acaban mis razones de vida, aún faltan las razones de Dios. Es decir, tengo que preguntarle al Señor, cuáles son los motivos que él tiene para que yo viva.
Porque los verdaderos motivos de mi vida, se encuentran en Dios; nuestra causa Dios la tiene ya prevista.
Nosotros tendremos nuestros propios motivos; pero en Dios está la razón de mi existencia. Y solo él sabe hasta cuándo nos toca seguir viviendo.
Porque mientras no se cumpla la misión por la que venimos a este mundo no nos iremos de aquí, así pase lo que pase. Porque las decisiones más importantes de la vida, de Dios dependen. El venir y el dejar este mundo, es decisión divina, y eso no está a disposición del hombre.
Por todo ello, caemos en la cuenta, que nuestra vida depende de un ser superior; él nos dio el existir, y también nos dará lo que necesitamos para vivir la vida.