¡Un solo sacrificio!
DIOS EL PADRE CELESTIAL nos muestra a Dios Cristo su Hijo en Hebreos 10:12 y 14 de la Biblia, ofreciendo un solo sacrificio en la cruz del Calvario por los pecados de sus creyentes.
Dios el Padre nos explica, además, que con esta única ofrenda hizo perfectos y santificó para siempre a los creyentes conversos y salvos de todos los tiempos, que han recibido a Cristo como único Salvador personal, según Juan 3:16.
En efecto, este Dios Cristo, que integra la Trinidad Santa con Dios Padre y Dios Espíritu Santo, sacrificó su cuerpo divino en el holocausto más terrorífico y espeluznante, afrontando la horrenda maldición de la muerte de cruz, como el siervo sufriente de sus seguidores, que recibió este castigo terrenal atroz aplicable solamente a los más feroces criminales, y pagó con castigo eterno por los pecados cometidos por dichos creyentes, para limpiarlos de su maldad.
Esto es así, porque Cristo es Dios, y en Él no hay ninguna maldad, sino toda bondad, por lo cual si Jesús no tenía delito, pecado ni maldad alguna propios, es evidente que para padecer muerte semejante, lo hizo al tomar el lugar de sus creyentes bíblicos, según Isaías 53, “despreciado, desechado y experimentado en quebranto; llevando nuestras enfermedades y dolores, azotado, herido y abatido por nuestras rebeliones y pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos curados. Dios cargó sobre Él los pecados de todos, y como cordero fue llevado al matadero”.
Por lo tanto, Cristo murió aquel viernes, hace unos 2,000 años, cargando en su cuerpo precioso y sin mancha, el horripilante hervidero de pecados de todas las personas que al recibir a Jesús como único Salvador arrebatan el Reino de los Cielos, según Mateo 11:12, sufriendo Cristo, en lugar de sus creyentes el castigo de las penas eternas del fuego del infierno.
Estimado Lector: Cristo te invita a creer en Él, aceptando su sacrificio y única ofrenda de su cuerpo divino precioso, para darte con Él Vida Perfecta, y para ello sólo necesitas decirle: “Mi Señor Dios Cristo, ¡SÁLVAME!, me arrepiento ante Ti de mis pecados, perdóname y límpiame con tu sangre divina derramada en la cruz del Calvario, creo en Ti y te recibo como único, suficiente y perfecto salvador personal”.
Si Dios permite, continuaremos el viernes siguiente.