/ miércoles 25 de abril de 2018

¡Colombia!

La paz, a mi real saber y entender, es el segundo valor imperante. El primero es el amor. Quienes de los valores superiores conocen, aseguran que, por más amor que se tenga ―amor en el sentido completo del término: pareja, hijos, familia, humanidad, religión, naturaleza, etc.― este valor primario, sustantivo, no se puede mostrar ni demostrar si no se tiene la “paz”. El amor y todos sus efectos no aplican en un estatus de guerra. Guerra que es lo contrario de la paz.

Por los caminos del sur, pasando el río Suchiate y siguiendo de largo hasta donde viven los colombianos, en aquellas lejanías tan finalmente cercanas, en cierta ocasión me trasladaba en una “colectiva” ―camionetita del tipo suburbana usada como trasporte público― por caminos dibujados en la densidad de la Amazonía, en donde la montaña es verde y todo huele a matojo profundo… De pronto, el vehículo baja la velocidad por razón de que llegamos a un puesto fronterizo ―a una frontera pues―. Los uniformados ahí presentes no eran parte de un retén militar, no. Aquello era una frontera dentro de la misma Colombia.

Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), grupo armado autoproclamado socialista, controlaban territorialmente la mitad del país. Fuertes, gobernaban media república.

En aquellas fechas ya había “contras”, en su mayoría patrocinados por el capital local y con la obvia anuencia del gobierno y el ejercito…, ya había “narcos” ―creo que ellos fueron los primeros en llegar― y, por supuesto, la presencia del ejército colombiano, a más de un manchón grande de secuestradores enfocados en lo suyo, levantando a cualquiera que pudiera pagar el rescate impuesto. Un muestrario completo pues: homicidas, violadores, extorsionadores. En mayor o menor proporción todos lo fueron. Hoy mismo algunos lo siguen siendo, con todo y el tratado signado.

Pero ya se asoma la paz. La gente, el pueblo la quiere. Los hombres armados ya se cansaron de matar y de sus propias tropelías. Ha sido tremendamente difícil llegar a tener acuerdos y ciertamente que será aun más dificultoso el poder sostenerlos. Hoy, el familiar sale de casa a su trabajo y dice: “Ya vengo”. Antes no; el “Ya vengo” podía ser la última despedida.

A los colombianos se les dice “Encomiéndense a la Virgen de Chiquinquirá; a su santo patrono San Luis Beltrán, para que los gringos no metan cola y cuernos y mejor ellos, los mismos gringos, empiecen a sembrar la muerte (planta de coca) en sus propios terrenos”.

Es de entenderse que las F.A.R.C. aun y con el acuerdo de paz ya signado, mantengan grupos de elite armados ―no en primer plano― así como esas alianzas con grupos como el E.L.N… Una torpeza sin medida sería el entregar armas y militancia ante la oligarquía colombiana… Todo llegará en tiempo y forma, -sin errores de buena fe-…cualquiera entiende que la muerte de los periodistas y el chofer del diario “el comercio” de la capital ecuatoriana fue llevada a cabo por el narcotráfico. Ese que llego antes que la guerrilla y permanecerá en la hermana república colombiana, hasta que los gringo siembren en su territorio la coca, sí señor.

La paz, a mi real saber y entender, es el segundo valor imperante. El primero es el amor. Quienes de los valores superiores conocen, aseguran que, por más amor que se tenga ―amor en el sentido completo del término: pareja, hijos, familia, humanidad, religión, naturaleza, etc.― este valor primario, sustantivo, no se puede mostrar ni demostrar si no se tiene la “paz”. El amor y todos sus efectos no aplican en un estatus de guerra. Guerra que es lo contrario de la paz.

Por los caminos del sur, pasando el río Suchiate y siguiendo de largo hasta donde viven los colombianos, en aquellas lejanías tan finalmente cercanas, en cierta ocasión me trasladaba en una “colectiva” ―camionetita del tipo suburbana usada como trasporte público― por caminos dibujados en la densidad de la Amazonía, en donde la montaña es verde y todo huele a matojo profundo… De pronto, el vehículo baja la velocidad por razón de que llegamos a un puesto fronterizo ―a una frontera pues―. Los uniformados ahí presentes no eran parte de un retén militar, no. Aquello era una frontera dentro de la misma Colombia.

Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), grupo armado autoproclamado socialista, controlaban territorialmente la mitad del país. Fuertes, gobernaban media república.

En aquellas fechas ya había “contras”, en su mayoría patrocinados por el capital local y con la obvia anuencia del gobierno y el ejercito…, ya había “narcos” ―creo que ellos fueron los primeros en llegar― y, por supuesto, la presencia del ejército colombiano, a más de un manchón grande de secuestradores enfocados en lo suyo, levantando a cualquiera que pudiera pagar el rescate impuesto. Un muestrario completo pues: homicidas, violadores, extorsionadores. En mayor o menor proporción todos lo fueron. Hoy mismo algunos lo siguen siendo, con todo y el tratado signado.

Pero ya se asoma la paz. La gente, el pueblo la quiere. Los hombres armados ya se cansaron de matar y de sus propias tropelías. Ha sido tremendamente difícil llegar a tener acuerdos y ciertamente que será aun más dificultoso el poder sostenerlos. Hoy, el familiar sale de casa a su trabajo y dice: “Ya vengo”. Antes no; el “Ya vengo” podía ser la última despedida.

A los colombianos se les dice “Encomiéndense a la Virgen de Chiquinquirá; a su santo patrono San Luis Beltrán, para que los gringos no metan cola y cuernos y mejor ellos, los mismos gringos, empiecen a sembrar la muerte (planta de coca) en sus propios terrenos”.

Es de entenderse que las F.A.R.C. aun y con el acuerdo de paz ya signado, mantengan grupos de elite armados ―no en primer plano― así como esas alianzas con grupos como el E.L.N… Una torpeza sin medida sería el entregar armas y militancia ante la oligarquía colombiana… Todo llegará en tiempo y forma, -sin errores de buena fe-…cualquiera entiende que la muerte de los periodistas y el chofer del diario “el comercio” de la capital ecuatoriana fue llevada a cabo por el narcotráfico. Ese que llego antes que la guerrilla y permanecerá en la hermana república colombiana, hasta que los gringo siembren en su territorio la coca, sí señor.

ÚLTIMASCOLUMNAS
viernes 06 de marzo de 2020

Antena

Javier Zapata Castro

jueves 27 de diciembre de 2018

Los reyes vagos

Javier Zapata Castro

miércoles 19 de diciembre de 2018

$ JUSTOS $

Javier Zapata Castro

miércoles 12 de diciembre de 2018

Justos

Javier Zapata Castro

miércoles 05 de diciembre de 2018

$ Justos $

Javier Zapata Castro

miércoles 28 de noviembre de 2018

Noche Panteonera

Javier Zapata Castro

miércoles 14 de noviembre de 2018

Sabia virtud de conocer…

Javier Zapata Castro

miércoles 31 de octubre de 2018

Noche panteonera

Javier Zapata Castro

Cargar Más