/ lunes 23 de diciembre de 2019

Artículo Dominical

NO TE DEJES VENCER POR LA IMPACIENCIA

Dios no permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas

A nuestra vida le está faltando paciencia, porque nos hemos vuelto poco tolerantes, pero olvidamos que lo temporal nunca va estar completo, y lo que está en proceso, aún no se termina.

Ésta vida es una vía; y aún no has llegado a la meta. Por tanto, no desesperes por no tenerlo todo. No olvides que estamos en camino, y lo que tenemos hoy, mañana ya no estará y lo que hoy te falta, mañana podrás tenerlo; todo es cuestión de tiempo y esperanza.

No todos los problemas son de solución instantánea, pero mientras llega el remedio, hay que ser tolerantes con lo que tenemos. Por eso, hay virtudes que no deben perderse, y una de ellas es la paciencia. Ésta, consiste en soportar, lo que de momento no podemos cambiar, pero se necesita la esperanza, porque si ésta falta, se agota la paciencia.

Hay momentos, en que los problemas parecen exceder nuestras fuerzas, porque hay situaciones que nos superan, y eso pone en juego la paciencia. Aunque no debemos olvidar, que Dios no impone las cargas; es la vida misma la que trae su propio peso. Más aun, hay cargas que no son para nosotros; pero uno, es el que decide cargar con equipaje ajeno.

Y como “Dios es Providente”, Él no permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Decía San Agustín: “Pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”. Dios no nos pide nada que antes no nos haya dado.

Por eso, antes que otra cosa, hay que pedir sabiduría. Para así, saber qué es lo que podemos cambiar, y que es lo que tenemos que aceptar y tolerar.

Alguien dijo: “No dependa tu paz de la boca de los hombres. No serás diferente porque interpreten bien tus acciones o porque las interpreten mal”. (Imitación de Cristo, Tomás de Kempis).

Cuando nos ocupamos en agradar a los demás, entonces vivimos la vida de los otros, y no la propia. Y eso, es ya una carga ajena.

Por eso, no hay que dejar que los díceres ajenos acaben con tu paciencia. Lo importante, no es lo que otros digan, sino lo que tú estés viviendo. Y para conservar la paciencia, es importante la esperanza. Ésta, nos recuerda que todo es de paso; porque hay cosas, que solo se resuelven con el tiempo. Ya lo dijo alguien: “Sin tiempo no hay esperanza, pero con puro tiempo tampoco”. (Fil. del hombre, A.B. Fdz. del Valle).

Al tiempo lo alimenta la espera, pero si todo fuera tiempo, perderíamos la esperanza. Por eso, todo llega a su debido tiempo. Lo que añoras, ya está cerca; y si lo esperas, ya lo tienes.

Por tanto, pide a Dios que te colme de paciencia; y junto con ésta, te de la esperanza. Porque ésta, es fuerza para conservar la paz.

NO TE DEJES VENCER POR LA IMPACIENCIA

Dios no permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas

A nuestra vida le está faltando paciencia, porque nos hemos vuelto poco tolerantes, pero olvidamos que lo temporal nunca va estar completo, y lo que está en proceso, aún no se termina.

Ésta vida es una vía; y aún no has llegado a la meta. Por tanto, no desesperes por no tenerlo todo. No olvides que estamos en camino, y lo que tenemos hoy, mañana ya no estará y lo que hoy te falta, mañana podrás tenerlo; todo es cuestión de tiempo y esperanza.

No todos los problemas son de solución instantánea, pero mientras llega el remedio, hay que ser tolerantes con lo que tenemos. Por eso, hay virtudes que no deben perderse, y una de ellas es la paciencia. Ésta, consiste en soportar, lo que de momento no podemos cambiar, pero se necesita la esperanza, porque si ésta falta, se agota la paciencia.

Hay momentos, en que los problemas parecen exceder nuestras fuerzas, porque hay situaciones que nos superan, y eso pone en juego la paciencia. Aunque no debemos olvidar, que Dios no impone las cargas; es la vida misma la que trae su propio peso. Más aun, hay cargas que no son para nosotros; pero uno, es el que decide cargar con equipaje ajeno.

Y como “Dios es Providente”, Él no permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Decía San Agustín: “Pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”. Dios no nos pide nada que antes no nos haya dado.

Por eso, antes que otra cosa, hay que pedir sabiduría. Para así, saber qué es lo que podemos cambiar, y que es lo que tenemos que aceptar y tolerar.

Alguien dijo: “No dependa tu paz de la boca de los hombres. No serás diferente porque interpreten bien tus acciones o porque las interpreten mal”. (Imitación de Cristo, Tomás de Kempis).

Cuando nos ocupamos en agradar a los demás, entonces vivimos la vida de los otros, y no la propia. Y eso, es ya una carga ajena.

Por eso, no hay que dejar que los díceres ajenos acaben con tu paciencia. Lo importante, no es lo que otros digan, sino lo que tú estés viviendo. Y para conservar la paciencia, es importante la esperanza. Ésta, nos recuerda que todo es de paso; porque hay cosas, que solo se resuelven con el tiempo. Ya lo dijo alguien: “Sin tiempo no hay esperanza, pero con puro tiempo tampoco”. (Fil. del hombre, A.B. Fdz. del Valle).

Al tiempo lo alimenta la espera, pero si todo fuera tiempo, perderíamos la esperanza. Por eso, todo llega a su debido tiempo. Lo que añoras, ya está cerca; y si lo esperas, ya lo tienes.

Por tanto, pide a Dios que te colme de paciencia; y junto con ésta, te de la esperanza. Porque ésta, es fuerza para conservar la paz.