/ domingo 8 de diciembre de 2019

Artículo Dominical

No dejes que el otro, sea tu medida

Nunca te compares con los demás, ni pretendas ser como es el otro, porque la vida ajena, no es tu vida, ya que cada quien tiene una historia, y por lo tanto una vida. El otro, no es la medida de tus actos, ni la referencia de tus acciones.

El que vive de la comparación, no tiene vida propia, porque su existencia gira al ritmo de la vida ajena, por eso, es mejor que cada quien haga lo que le corresponde, para que así, llegue a ser el único, ya que tu prójimo, no es la barrera a vencer; el obstáculo, eres tú mismo.

Y el que se siente superior a los demás, está faltó de humildad. Porque en esta vida, nadie puede ser perfecto sin la ayuda de Dios. Y, ¿Quiénes somos, para presumir ante Dios?

No hay que olvidar, que las cualidades nos fueron dadas para servir; no para andarlas presumiendo. Y nadie tiene por qué sentirse mejor que el otro; ni mucho menos señalar al prójimo. Nos debe quedar claro que nadie ha sido constituido juez.

El hombre que se compara con el otro, se vuelve vanidoso y vive en la amargura; porque llegará a sentirse superior a alguien, o vivirá sintiéndose humillado porque no estará a la altura de su prójimo.

El remedio para la comparación, es la virtud de la humildad. Porque ésta, es la verdad. Y nadie es más, ni menos que el otro. Pero es mejor, que ocupes tu lugar, y seas tú mismo.

No dejes que el otro, sea tu medida

Nunca te compares con los demás, ni pretendas ser como es el otro, porque la vida ajena, no es tu vida, ya que cada quien tiene una historia, y por lo tanto una vida. El otro, no es la medida de tus actos, ni la referencia de tus acciones.

El que vive de la comparación, no tiene vida propia, porque su existencia gira al ritmo de la vida ajena, por eso, es mejor que cada quien haga lo que le corresponde, para que así, llegue a ser el único, ya que tu prójimo, no es la barrera a vencer; el obstáculo, eres tú mismo.

Y el que se siente superior a los demás, está faltó de humildad. Porque en esta vida, nadie puede ser perfecto sin la ayuda de Dios. Y, ¿Quiénes somos, para presumir ante Dios?

No hay que olvidar, que las cualidades nos fueron dadas para servir; no para andarlas presumiendo. Y nadie tiene por qué sentirse mejor que el otro; ni mucho menos señalar al prójimo. Nos debe quedar claro que nadie ha sido constituido juez.

El hombre que se compara con el otro, se vuelve vanidoso y vive en la amargura; porque llegará a sentirse superior a alguien, o vivirá sintiéndose humillado porque no estará a la altura de su prójimo.

El remedio para la comparación, es la virtud de la humildad. Porque ésta, es la verdad. Y nadie es más, ni menos que el otro. Pero es mejor, que ocupes tu lugar, y seas tú mismo.