/ domingo 8 de septiembre de 2019

Artículo Dominical

NO ESPERES, A QUE ALGUIEN VENGA A DECIRTE TU VERDAD

Hay que pedir a Dios el don de la humildad

Tratemos de combatir el orgullo, porque éste, nos hace creer lo que no somos

Las verdades son dolorosas; y qué trabajo cuesta tener que aceptarlas. Pero aún más doloroso, es que alguien venga y te diga tu verdad.

Si fuéramos humildes, nos ahorraríamos muchas penas. Porque aceptaríamos nuestra realidad, sin esperar a que alguien venga y nos la diga de frente.

Decía San Agustín: “No hay mejor camino para llegar a la verdad que el valor de la humildad”. Ésta, te ayuda a saber quién eres; para que no te sientas más, ni menos de lo que vales.

San Agustín decía que la humildad empieza por el conocimiento de uno mismo. Porque si no te conoces bien, tendrás un falso concepto de ti. Y eso te llevará a vivir con presunciones o complejos.

El obstáculo de la humildad, es el orgullo. Y éste, es el aire que todo lo infla, pero que a nadie llena.

Ya lo decía San Agustín: “Vacíate de lo que estás lleno; para que puedas ser llenado de lo que estás vacío”. Hay que deshacernos de todo lo que nos infla; y que por lo mismo, nos hace sentir huecos.

Tratemos de combatir el orgullo, porque éste, nos hace creer lo que no somos, Y el hombre orgulloso, está expuesto a la humillación; es decir, que alguien puede llegar y ponerte en tu sitio.

Pero, tampoco hay que irse al extremo de sentirse menos; porque el complejo no es humildad.

El hombre humilde es el que se abre a la verdad y ve con claridad sus cualidades, es también, el que no cierra los ojos, y se niega a aceptar sus limitaciones.

Por eso, hay que pedir el don de la humildad; porque sólo así, seremos conscientes de lo que somos, y del lugar que ocupamos.

Si eres humilde, te ahorrarás humillaciones; y no te atormentaras cuando alguien venga y te ponga de frente, lo que llevas cargando por detrás: tu verdad.

NO ESPERES, A QUE ALGUIEN VENGA A DECIRTE TU VERDAD

Hay que pedir a Dios el don de la humildad

Tratemos de combatir el orgullo, porque éste, nos hace creer lo que no somos

Las verdades son dolorosas; y qué trabajo cuesta tener que aceptarlas. Pero aún más doloroso, es que alguien venga y te diga tu verdad.

Si fuéramos humildes, nos ahorraríamos muchas penas. Porque aceptaríamos nuestra realidad, sin esperar a que alguien venga y nos la diga de frente.

Decía San Agustín: “No hay mejor camino para llegar a la verdad que el valor de la humildad”. Ésta, te ayuda a saber quién eres; para que no te sientas más, ni menos de lo que vales.

San Agustín decía que la humildad empieza por el conocimiento de uno mismo. Porque si no te conoces bien, tendrás un falso concepto de ti. Y eso te llevará a vivir con presunciones o complejos.

El obstáculo de la humildad, es el orgullo. Y éste, es el aire que todo lo infla, pero que a nadie llena.

Ya lo decía San Agustín: “Vacíate de lo que estás lleno; para que puedas ser llenado de lo que estás vacío”. Hay que deshacernos de todo lo que nos infla; y que por lo mismo, nos hace sentir huecos.

Tratemos de combatir el orgullo, porque éste, nos hace creer lo que no somos, Y el hombre orgulloso, está expuesto a la humillación; es decir, que alguien puede llegar y ponerte en tu sitio.

Pero, tampoco hay que irse al extremo de sentirse menos; porque el complejo no es humildad.

El hombre humilde es el que se abre a la verdad y ve con claridad sus cualidades, es también, el que no cierra los ojos, y se niega a aceptar sus limitaciones.

Por eso, hay que pedir el don de la humildad; porque sólo así, seremos conscientes de lo que somos, y del lugar que ocupamos.

Si eres humilde, te ahorrarás humillaciones; y no te atormentaras cuando alguien venga y te ponga de frente, lo que llevas cargando por detrás: tu verdad.