/ domingo 3 de marzo de 2019

Artículo Dominical

Tú no sabes lo que el otro guarda

Nos es fácil juzgar a la ligera

El corazón, es un misterio; y siempre está expuesto a la contaminación

Dice la Escritura, que nadie ha sido constituido juez, porque el único que juzga sin errores, es solo Dios

El corazón, es lo más escondido y misterioso; por algo no lo vemos. Y no es nada fácil acceder al corazón del otro. Si tuviéramos acceso al corazón ajeno, entonces entenderíamos el por qué de sus acciones. Pero el corazón, permanece oculto a nuestros ojos.

Ya alguien dijo: “Caras vemos, corazones no sabemos”. Y en efecto, vemos el rostro, pero no lo que se lleva adentro. El corazón es muy vacilante, y difícil de entender.

Los sentimientos no se ven, se pueden adivinar; pero con el riesgo de equivocarnos. Y aunque alguien dijo que los ojos son las ventanas del alma. Algo se ve por la ventana, pero no todo por completo.

Nos es fácil juzgar a la ligera. Porque pensamos que el otro vive una vida placentera; pero ignoramos lo que el otro está viviendo. Hay personas que sufren en silencio, y pueden ser condenadas injustamente.

La vida no es fácil para nadie; lo que nos hace distintos, es el modo de enfrentar las adversidades. Y la manera distinta de aparentar lo que llevamos dentro.

Por eso dice la Escritura, que nadie ha sido constituido juez. Porque el único que juzga sin errores, es solo Dios. Y él, siempre antepone su misericordia a la condena.

Ya lo decía San Pablo, que nadie sabe lo que hay en el espíritu del hombre, sino el mismo hombre. Pero hay cosas que el hombre ignora de sí mismo. Y éstas, solo las conoce Dios.

El corazón, es un misterio; y siempre está expuesto a la contaminación. Y si Dios nos conoce profundamente, hay que pedirle que venga y sane el corazón

Tú no sabes lo que el otro guarda

Nos es fácil juzgar a la ligera

El corazón, es un misterio; y siempre está expuesto a la contaminación

Dice la Escritura, que nadie ha sido constituido juez, porque el único que juzga sin errores, es solo Dios

El corazón, es lo más escondido y misterioso; por algo no lo vemos. Y no es nada fácil acceder al corazón del otro. Si tuviéramos acceso al corazón ajeno, entonces entenderíamos el por qué de sus acciones. Pero el corazón, permanece oculto a nuestros ojos.

Ya alguien dijo: “Caras vemos, corazones no sabemos”. Y en efecto, vemos el rostro, pero no lo que se lleva adentro. El corazón es muy vacilante, y difícil de entender.

Los sentimientos no se ven, se pueden adivinar; pero con el riesgo de equivocarnos. Y aunque alguien dijo que los ojos son las ventanas del alma. Algo se ve por la ventana, pero no todo por completo.

Nos es fácil juzgar a la ligera. Porque pensamos que el otro vive una vida placentera; pero ignoramos lo que el otro está viviendo. Hay personas que sufren en silencio, y pueden ser condenadas injustamente.

La vida no es fácil para nadie; lo que nos hace distintos, es el modo de enfrentar las adversidades. Y la manera distinta de aparentar lo que llevamos dentro.

Por eso dice la Escritura, que nadie ha sido constituido juez. Porque el único que juzga sin errores, es solo Dios. Y él, siempre antepone su misericordia a la condena.

Ya lo decía San Pablo, que nadie sabe lo que hay en el espíritu del hombre, sino el mismo hombre. Pero hay cosas que el hombre ignora de sí mismo. Y éstas, solo las conoce Dios.

El corazón, es un misterio; y siempre está expuesto a la contaminación. Y si Dios nos conoce profundamente, hay que pedirle que venga y sane el corazón