/ domingo 3 de febrero de 2019

Artículo Dominical

CUANDO SE APAGA UNA VIDA, SE ENCIENDE UNA LUZ

Los que han partido ya se encuentran en paz

Cuando alguien muere, entra en una nueva dimensión de vida; porque trascender es el anhelo más profundo del hombre. Y cuando el amado deja de existir, queremos que viva, aunque ya no viva entre nosotros.

Los que han partido, ya se encuentran en paz. Pero los que han quedado, también necesitan estar en paz. Y ésta se obtiene al saber que el que ha muerto vive; aunque ya no viva entre nosotros.

Nadie puede asegurar que los que han muerto ya no vivan; pero es posible tener la certeza de que ahora viven entre nosotros, aunque sea de manera distinta.

Los que se han ido, están aún más cerca que cuando estaban vivos, y aunque ya no vivan con nosotros, están viviendo entre nosotros; porque los llevamos dentro. Y lo que se lleva dentro, no se ve, pero se vive.

Lo más noble de la vida no se puede ver, pero es posible vivirlo. El amor no se ve, pero se vive. Y el amado, si es amado, no puede morir, porque el amor es más fuerte que la muerte.

Las personas que amamos son como una luz en nuestro camino, y cuando su vida se apaga, se enciende una luz en el alma.

Y al no encontrar su luz por fuera, es posible contemplarla dentro; porque ahora viven en nosotros, iluminando nuestra existencia. “Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente”.

Decía San Agustín: “Tú estabas dentro de mí, y yo te buscaba fuera”. Los que ya no tienen cuerpo, tampoco tienen límites, ni de espacio ni de tiempo; ahora pueden entrar a lo más profundo de nuestro ser, y llenarlo de luz. Y así, ahuyentar la oscuridad que ha dejado su ausencia, y sentirse iluminados con la luz de su presencia.

Cuando alguien se va, algo bueno nos deja. Y no podemos negar que ese ser ahora vela por nosotros, y pide por nosotros; pero sobre todo, vive en nosotros.

Si afuera hay un desierto, dentro de nosotros se encuentra Dios, y en él también están todos los que han salido de este mundo.

Hay que buscar a Dios, para en él encontrara los que hemos perdido.

CUANDO SE APAGA UNA VIDA, SE ENCIENDE UNA LUZ

Los que han partido ya se encuentran en paz

Cuando alguien muere, entra en una nueva dimensión de vida; porque trascender es el anhelo más profundo del hombre. Y cuando el amado deja de existir, queremos que viva, aunque ya no viva entre nosotros.

Los que han partido, ya se encuentran en paz. Pero los que han quedado, también necesitan estar en paz. Y ésta se obtiene al saber que el que ha muerto vive; aunque ya no viva entre nosotros.

Nadie puede asegurar que los que han muerto ya no vivan; pero es posible tener la certeza de que ahora viven entre nosotros, aunque sea de manera distinta.

Los que se han ido, están aún más cerca que cuando estaban vivos, y aunque ya no vivan con nosotros, están viviendo entre nosotros; porque los llevamos dentro. Y lo que se lleva dentro, no se ve, pero se vive.

Lo más noble de la vida no se puede ver, pero es posible vivirlo. El amor no se ve, pero se vive. Y el amado, si es amado, no puede morir, porque el amor es más fuerte que la muerte.

Las personas que amamos son como una luz en nuestro camino, y cuando su vida se apaga, se enciende una luz en el alma.

Y al no encontrar su luz por fuera, es posible contemplarla dentro; porque ahora viven en nosotros, iluminando nuestra existencia. “Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente”.

Decía San Agustín: “Tú estabas dentro de mí, y yo te buscaba fuera”. Los que ya no tienen cuerpo, tampoco tienen límites, ni de espacio ni de tiempo; ahora pueden entrar a lo más profundo de nuestro ser, y llenarlo de luz. Y así, ahuyentar la oscuridad que ha dejado su ausencia, y sentirse iluminados con la luz de su presencia.

Cuando alguien se va, algo bueno nos deja. Y no podemos negar que ese ser ahora vela por nosotros, y pide por nosotros; pero sobre todo, vive en nosotros.

Si afuera hay un desierto, dentro de nosotros se encuentra Dios, y en él también están todos los que han salido de este mundo.

Hay que buscar a Dios, para en él encontrara los que hemos perdido.