/ domingo 3 de junio de 2018

Artículo Dominical

El hombre quiere ser libre, pero le tiene miedo a su libertad. Prefiere vivir atado a algo o a alguien antes que ser libre

El deseo por sobresalir es algo muy humano, aunque para ser alguien es necesario ser auténtico, es decir, tendríamos que ser lo que somos: diferentes a los demás, porque Dios nos hizo únicos, y no hay otro igual, pero el precio de la superación se paga con soledad. Quien se atreve a ser auténtico se va a sentir solo.

El hombre, entre más va ascendiendo, más solo se va quedando, pero no hay que olvidar, que de todo se paga con un precio. Y como se dice en contabilidad: “A todo cargo corresponde un abono”. Puedo llegar a obtener muchas cosas, pero tendré que abonarle al precio por lo que voy logrando.

Decía Ortega, que el hombre es radical soledad. Ya que solos llegamos a este mundo, y solos tendremos que partir. En esta vida, encontramos compañía para vivir en este mundo pasajero; pero a la hora de retirarnos, nadie va a partir con nosotros.

Al llegar a este mundo, venimos a cumplir una misión. Y ésta, solamente la cumple aquel a quien le ha sido encomendada. Nadie puede ocupar mi destino. Éste, solo a mi me tocará vivirlo.

Aunque siempre intentamos imitar, o nos queremos comparar con los demás, porque no queremos sentirnos solos. El psicoanalista Erich From, escribe un libro titulado: “El miedo a la libertad”. El hombre quiere ser libre, pero le tiene miedo a su libertad; prefiere vivir atado a algo o a alguien, antes que ser libre; porque el hombre no quiere volar libre solo.

Lo mismo sucede con el que va destacando; se vuelve importante, pero va quedando solo. Tiene razón, aquel antiguo dicho, que cita Ortega en una de sus obras: “Parejamente, el emperador de China, por su propio rango supremo, está obligado a no tener amigos, que sería como tener iguales, por eso uno de sus títulos es el de hombre solitario”.

La fama, el poder y la autoridad, nos van apartando de los demás, y eso hace que te vayas sintiendo solo, porque caes en la cuenta de que eres único; y no hay otro igual que tú sobre la tierra. Eso te lleva a experimentar la soledad.

Pero, no hay soledad donde se encuentra Dios. Y él, está en todas partes. Dios está dondequiera. Pero hay que buscarlo; quien no lo busca, no lo percibe. Y así, acaba por sentirse absolutamente solo.


El hombre quiere ser libre, pero le tiene miedo a su libertad. Prefiere vivir atado a algo o a alguien antes que ser libre

El deseo por sobresalir es algo muy humano, aunque para ser alguien es necesario ser auténtico, es decir, tendríamos que ser lo que somos: diferentes a los demás, porque Dios nos hizo únicos, y no hay otro igual, pero el precio de la superación se paga con soledad. Quien se atreve a ser auténtico se va a sentir solo.

El hombre, entre más va ascendiendo, más solo se va quedando, pero no hay que olvidar, que de todo se paga con un precio. Y como se dice en contabilidad: “A todo cargo corresponde un abono”. Puedo llegar a obtener muchas cosas, pero tendré que abonarle al precio por lo que voy logrando.

Decía Ortega, que el hombre es radical soledad. Ya que solos llegamos a este mundo, y solos tendremos que partir. En esta vida, encontramos compañía para vivir en este mundo pasajero; pero a la hora de retirarnos, nadie va a partir con nosotros.

Al llegar a este mundo, venimos a cumplir una misión. Y ésta, solamente la cumple aquel a quien le ha sido encomendada. Nadie puede ocupar mi destino. Éste, solo a mi me tocará vivirlo.

Aunque siempre intentamos imitar, o nos queremos comparar con los demás, porque no queremos sentirnos solos. El psicoanalista Erich From, escribe un libro titulado: “El miedo a la libertad”. El hombre quiere ser libre, pero le tiene miedo a su libertad; prefiere vivir atado a algo o a alguien, antes que ser libre; porque el hombre no quiere volar libre solo.

Lo mismo sucede con el que va destacando; se vuelve importante, pero va quedando solo. Tiene razón, aquel antiguo dicho, que cita Ortega en una de sus obras: “Parejamente, el emperador de China, por su propio rango supremo, está obligado a no tener amigos, que sería como tener iguales, por eso uno de sus títulos es el de hombre solitario”.

La fama, el poder y la autoridad, nos van apartando de los demás, y eso hace que te vayas sintiendo solo, porque caes en la cuenta de que eres único; y no hay otro igual que tú sobre la tierra. Eso te lleva a experimentar la soledad.

Pero, no hay soledad donde se encuentra Dios. Y él, está en todas partes. Dios está dondequiera. Pero hay que buscarlo; quien no lo busca, no lo percibe. Y así, acaba por sentirse absolutamente solo.