/ domingo 7 de febrero de 2021

Alerta a tiempo

Una alerta generalizada es muy oportuna este día de febrero para muchas familias o grupos de amigos que año con año acostumbran reunirse para convivir amenamente y disfrutar el domingo deportivo que tiene en vilo a millones de habitantes en los Estados Unidos de Norteamérica, pero que aquí nos puede hundir en los contagios y defunciones por Covid 19, con cifras muy parecidas a las de diciembre del 2020.

El Súper Bowl, esta ocasión entre los Buccaneers de Tampa Bay y los Chiefs de Kansas City, tiene una magia especial, aún sobre las Grandes Ligas o la NBA, que también son de talla mundial, el hecho es que éste es una vez al año, es un solo juego y el ganador se lleva todo, quizá por eso arrastra tanta afición en México y en el estado. La particularidad, es que febrero está catalogado como un mes de muy alta carga viral y cualquier reunión, fiesta, familiar o masiva, eleva peligrosamente las posibilidades de contraer el contagio por Covid 19 y, por consiguiente, el riesgo de perder la vida, al continuar San Luis Potosí en el color rojo del semáforo epidemiológico nacional y con indicadores de infecciones muy por encima de las que se registraban a principios de diciembre del año pasado, que oscilaban en menos de 200 casos al día. Aquí hay dos temas a discusión que por su naturaleza se contraponen, los servicios de salud pública y privada y su personal, están en su papel, van más allá de su responsabilidad en busca de la satisfacción de aliviar pacientes y salvar vidas, son miles de todas las categorías y siguen en la lista de los de mayor exposición a contagiarse y morir, les siguen los militares, la Guardia Nacional y los elementos de Seguridad Pública. A cambio, -en el otro punto-, en la zona metropolitana que conforman los municipios de la capital, Soledad de Graciano Sánchez, Mexquitic de Carmona, Santa María del Río, Villa de Reyes y Villa de Zaragoza, solamente el 60 por ciento de la población utiliza el cubre bocas, no traen gel antibacterial, ni lentes protectores y también un porcentaje elevado de los automóviles circula con exceso de personas a bordo y con los vidrios arriba.

La segunda ola de contagios, que inició en enero, está más peligrosa que la del año pasado y no se puede achacar responsabilidad a los Servicios de Salud del Gobierno del Estado o a la medicina privada, porque realizaron hasta la fecha un trabajo muy minucioso, profesional, al día, son una maquinaria muy bien engrasada que arroja datos de alta precisión, como el revelado que en la última semana: todos los contagios son locales, no hubo ninguno “importado” y la oportuna alerta de que por Covid 19 mueren también personas de 40 años sin factores de morbilidad, eran sanas, no padecían enfermedades crónico-degenerativas. De este último grupo, hay 300 pacientes que fallecieron y no es posible que luego de que la COEPRIS realizó casi 780 visitas a establecimientos para certificar que acataran la norma de cerrar a las 18 horas como medida precautoria para romper la cadena de contagio del Covid 19 con un aislamiento domiciliario de la población por más de 12 horas, derivaran 522 suspensiones por incumplimiento. En contraparte, en un gran detalle de solidaridad, de respaldo para a la comunidad que opera eficientemente para salvar vidas a todas horas, hubo 330 cierres voluntarios de establecimientos, cuyos propietarios se la juegan, porque entendieron que no toda la tarea es de la gestión estatal, sino que, ante una emergencia sanitaria de las dimensiones actuales, la responsabilidad social debe de ser sobresaliente, aún sobre el dinero que se invierte.

Este domingo en muchos hogares habrá fiesta deportiva, pero se puede mantener así, en familia, sin invitados, los amigos pueden permanecer en sus casas, en ambos casos, la carne en la parrilla, las carnitas, la barbacoa o la “espumosa”, sabrán igual, pero en 14 días, se sentirán felices porque están sanos, en otro escenario, está la tragedia, el contagio, los gastos excesivos en médico, medicinas, análisis clínicos, el sufrimiento físico y moral y, muy posiblemente, los rezos en búsqueda de la resignación. Corre ya el mes once desde que apareció el flagelo del coronavirus chino, el mundo está devastado y temeroso porque las mutaciones cada día son más peligrosas y amenazantes; la única esperanza de volver a la normalidad es una agresiva campaña de vacunación que empezará en San Luis en unos días, la logística para llevarla por un camino exitoso ya está en marcha y pronto veremos los resultados.

Además, la infraestructura hospitalaria, a pesar de que en algunos casos hay nosocomios Covid que están cerca de llegar a su máximo, hay holgura todavía, se tomaron medidas a tiempo, se aumentaron los espacios, se contrató personal, se fortalecieron las farmacias, las unidades de cuidados intensivos están al 67 por ciento de su capacidad, las camas con ventilador rondan el 53 por ciento de ocupación y aunque todavía falta mucho para levantar bandera blanca, está el aliciente de la vacuna.

Hay motivos para dar el último estirón, la marcialidad con que trabaja el personal de salud pública y privada debe de enorgullecer a la sociedad e imitar su conducta.

Una alerta generalizada es muy oportuna este día de febrero para muchas familias o grupos de amigos que año con año acostumbran reunirse para convivir amenamente y disfrutar el domingo deportivo que tiene en vilo a millones de habitantes en los Estados Unidos de Norteamérica, pero que aquí nos puede hundir en los contagios y defunciones por Covid 19, con cifras muy parecidas a las de diciembre del 2020.

El Súper Bowl, esta ocasión entre los Buccaneers de Tampa Bay y los Chiefs de Kansas City, tiene una magia especial, aún sobre las Grandes Ligas o la NBA, que también son de talla mundial, el hecho es que éste es una vez al año, es un solo juego y el ganador se lleva todo, quizá por eso arrastra tanta afición en México y en el estado. La particularidad, es que febrero está catalogado como un mes de muy alta carga viral y cualquier reunión, fiesta, familiar o masiva, eleva peligrosamente las posibilidades de contraer el contagio por Covid 19 y, por consiguiente, el riesgo de perder la vida, al continuar San Luis Potosí en el color rojo del semáforo epidemiológico nacional y con indicadores de infecciones muy por encima de las que se registraban a principios de diciembre del año pasado, que oscilaban en menos de 200 casos al día. Aquí hay dos temas a discusión que por su naturaleza se contraponen, los servicios de salud pública y privada y su personal, están en su papel, van más allá de su responsabilidad en busca de la satisfacción de aliviar pacientes y salvar vidas, son miles de todas las categorías y siguen en la lista de los de mayor exposición a contagiarse y morir, les siguen los militares, la Guardia Nacional y los elementos de Seguridad Pública. A cambio, -en el otro punto-, en la zona metropolitana que conforman los municipios de la capital, Soledad de Graciano Sánchez, Mexquitic de Carmona, Santa María del Río, Villa de Reyes y Villa de Zaragoza, solamente el 60 por ciento de la población utiliza el cubre bocas, no traen gel antibacterial, ni lentes protectores y también un porcentaje elevado de los automóviles circula con exceso de personas a bordo y con los vidrios arriba.

La segunda ola de contagios, que inició en enero, está más peligrosa que la del año pasado y no se puede achacar responsabilidad a los Servicios de Salud del Gobierno del Estado o a la medicina privada, porque realizaron hasta la fecha un trabajo muy minucioso, profesional, al día, son una maquinaria muy bien engrasada que arroja datos de alta precisión, como el revelado que en la última semana: todos los contagios son locales, no hubo ninguno “importado” y la oportuna alerta de que por Covid 19 mueren también personas de 40 años sin factores de morbilidad, eran sanas, no padecían enfermedades crónico-degenerativas. De este último grupo, hay 300 pacientes que fallecieron y no es posible que luego de que la COEPRIS realizó casi 780 visitas a establecimientos para certificar que acataran la norma de cerrar a las 18 horas como medida precautoria para romper la cadena de contagio del Covid 19 con un aislamiento domiciliario de la población por más de 12 horas, derivaran 522 suspensiones por incumplimiento. En contraparte, en un gran detalle de solidaridad, de respaldo para a la comunidad que opera eficientemente para salvar vidas a todas horas, hubo 330 cierres voluntarios de establecimientos, cuyos propietarios se la juegan, porque entendieron que no toda la tarea es de la gestión estatal, sino que, ante una emergencia sanitaria de las dimensiones actuales, la responsabilidad social debe de ser sobresaliente, aún sobre el dinero que se invierte.

Este domingo en muchos hogares habrá fiesta deportiva, pero se puede mantener así, en familia, sin invitados, los amigos pueden permanecer en sus casas, en ambos casos, la carne en la parrilla, las carnitas, la barbacoa o la “espumosa”, sabrán igual, pero en 14 días, se sentirán felices porque están sanos, en otro escenario, está la tragedia, el contagio, los gastos excesivos en médico, medicinas, análisis clínicos, el sufrimiento físico y moral y, muy posiblemente, los rezos en búsqueda de la resignación. Corre ya el mes once desde que apareció el flagelo del coronavirus chino, el mundo está devastado y temeroso porque las mutaciones cada día son más peligrosas y amenazantes; la única esperanza de volver a la normalidad es una agresiva campaña de vacunación que empezará en San Luis en unos días, la logística para llevarla por un camino exitoso ya está en marcha y pronto veremos los resultados.

Además, la infraestructura hospitalaria, a pesar de que en algunos casos hay nosocomios Covid que están cerca de llegar a su máximo, hay holgura todavía, se tomaron medidas a tiempo, se aumentaron los espacios, se contrató personal, se fortalecieron las farmacias, las unidades de cuidados intensivos están al 67 por ciento de su capacidad, las camas con ventilador rondan el 53 por ciento de ocupación y aunque todavía falta mucho para levantar bandera blanca, está el aliciente de la vacuna.

Hay motivos para dar el último estirón, la marcialidad con que trabaja el personal de salud pública y privada debe de enorgullecer a la sociedad e imitar su conducta.