/ martes 31 de mayo de 2022

¿A quién le vamos a creer?

Vivimos en un mundo de mentiras. Y éstas, solo nos llevan a perder el rumbo. Y así, es imposible conocer nuestro destino.

El hombre de hoy, se ha vuelto víctima de su propia mentira; y ya no sabe, ni cuál es la verdad.

Pero, cuando falta la verdad, no se puede avanzar. El que te miente, te está desviando del camino. Por eso, nunca creas todo lo que te digan.

Hay que seguir el consejo de Husserl: ponerlo todo entre paréntesis; o seguir la máxima de Descartes: someter todo a la duda.

Hay hombres, que crean su propio mundo, y pretenden imponerlo como verdad absoluta. Pero el hombre, no posee la verdad absoluta.

Y si cada quien defiende su falsedad, como si fuera cierta, entonces, ¿A quién le vamos a creer?

Hoy, estamos perdidos por ignorar la verdad. Y todo, porque hemos renunciado a buscar la veracidad de los hechos. Y la verdad, es algo que siempre se debe estar buscando.

El hombre ha dejado de creer, porque la mayoría de lo que escucha, es falso.

Hoy, como nunca, necesitamos preguntar como lo hizo Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.(Jn.6,68).

Dios, es la fuente de la verdad; porque Él, es camino, verdad y vida. Pero se nos pasa la vida, buscando al hombre perfecto, al que sea veraz; y olvidamos, que lo único verdadero, es Dios.

Y por buscar al hombre perfecto, hemos dejado de buscar al Señor, que es el único, que nunca miente.

El hombre vive desencantado, por no encontrar lo perfecto aquí en la tierra; pero, el hombre perfecto, nunca va a existir; y si algún humano llega a ser perfecto, en ese momento deja de ser hombre.

Nosotros, somos culpables de vivir en el engaño, porque no alzamos la mirada hacia Dios; y a como de lugar, queremos encontrar al hombre perfecto, al que nunca nos mienta, pero eso, es imposible.

Ya lo dijo Jeremías: “Maldito sea aquel que se confía en el hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios se aparta en su corazón”. (Jr. 17,5).

El hombre se conforma con lo humano, y no se pone a buscar lo Divino. Y por eso, sufre tantos desengaños.

Si confiáramos más en Dios, y menos en el hombre, no sufriríamos por tanta decepción. Pero al hacer a Dios a un lado, nos abandonamos a la suerte, para quedar en manos de la humanidad, y terminar perdidos.

Si quieres vivir en la verdad, busca a Dios, y decídete a confiar en Él, ya lo dice el Salmó: “A ti Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado”. (Salm.30,2).

Vivimos en un mundo de mentiras. Y éstas, solo nos llevan a perder el rumbo. Y así, es imposible conocer nuestro destino.

El hombre de hoy, se ha vuelto víctima de su propia mentira; y ya no sabe, ni cuál es la verdad.

Pero, cuando falta la verdad, no se puede avanzar. El que te miente, te está desviando del camino. Por eso, nunca creas todo lo que te digan.

Hay que seguir el consejo de Husserl: ponerlo todo entre paréntesis; o seguir la máxima de Descartes: someter todo a la duda.

Hay hombres, que crean su propio mundo, y pretenden imponerlo como verdad absoluta. Pero el hombre, no posee la verdad absoluta.

Y si cada quien defiende su falsedad, como si fuera cierta, entonces, ¿A quién le vamos a creer?

Hoy, estamos perdidos por ignorar la verdad. Y todo, porque hemos renunciado a buscar la veracidad de los hechos. Y la verdad, es algo que siempre se debe estar buscando.

El hombre ha dejado de creer, porque la mayoría de lo que escucha, es falso.

Hoy, como nunca, necesitamos preguntar como lo hizo Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.(Jn.6,68).

Dios, es la fuente de la verdad; porque Él, es camino, verdad y vida. Pero se nos pasa la vida, buscando al hombre perfecto, al que sea veraz; y olvidamos, que lo único verdadero, es Dios.

Y por buscar al hombre perfecto, hemos dejado de buscar al Señor, que es el único, que nunca miente.

El hombre vive desencantado, por no encontrar lo perfecto aquí en la tierra; pero, el hombre perfecto, nunca va a existir; y si algún humano llega a ser perfecto, en ese momento deja de ser hombre.

Nosotros, somos culpables de vivir en el engaño, porque no alzamos la mirada hacia Dios; y a como de lugar, queremos encontrar al hombre perfecto, al que nunca nos mienta, pero eso, es imposible.

Ya lo dijo Jeremías: “Maldito sea aquel que se confía en el hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios se aparta en su corazón”. (Jr. 17,5).

El hombre se conforma con lo humano, y no se pone a buscar lo Divino. Y por eso, sufre tantos desengaños.

Si confiáramos más en Dios, y menos en el hombre, no sufriríamos por tanta decepción. Pero al hacer a Dios a un lado, nos abandonamos a la suerte, para quedar en manos de la humanidad, y terminar perdidos.

Si quieres vivir en la verdad, busca a Dios, y decídete a confiar en Él, ya lo dice el Salmó: “A ti Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado”. (Salm.30,2).